HACE 50 AÑOS: los trabajadores de la SEAT ocupan la fábrica

Publicado el por José Antonio Pozo

Categorías: Formación - Historia del movimiento obrero, Movimiento obrero

El 18 de octubre de 1971 estallaba en la “empresa modelo” del régimen una huelga para reivindicar la readmisión de los delegados despedidos a raíz de un paro efectuado en junio de ese mismo año, en protesta por la retirada de una prima de producción y contra la imposición del turno de noche a varios obreros del Taller 1. El conflicto además se producía después de las elecciones sindicales organizadas por el Vertical, en las que habían triunfado candidaturas encabezadas por miembros de las clandestinas comisiones obreras.

Aquel día, camuflados entre los trabajadores del turno de la mañana, los propios despedidos entraron en la fábrica y provocaron un paro general. Con la presencia de los despedidos, los trabajadores realizan una protesta ante la dirección y se niegan a abandonar la fábrica hasta que no haya una respuesta. Por la tarde, la policía hace acto de presencia y disuelve a tiros la concentración hiriendo mortalmente a un obrero, Antonio Ruiz Villalba, e hiriendo a otros. Era el octavo obrero que moría en los dos últimos años de resultas de enfrentamientos con la policía. Aunque se intentó ocultar, el cuerpo de Antonio Ruiz presentaba siete impactos de bala, lo que indica claramente que fue literalmente ametrallado.

Hasta aquel momento, la SEAT se había mantenido relativamente al margen del proceso de radicalización que experimentó el movimiento obrero, sobre todo a partir de las movilizaciones contra los consejos de guerra de Burgos. Un control interno muy rígido, así como algunas concesiones salariales, habían conseguido mantener a “raya” a los trabajadores. Como era habitual, cuando eso no era suficiente se utilizaba a la policía, como había sucedido por ejemplo en 1968, con el desalojo de los obreros en huelga de la cadena que producía el modelo 850.

Sin embargo, aquel 18 de octubre de 1971 marcó un antes y un después en la empresa y tuvo, sin lugar a dudas una gran trascendencia política. Durante 13 horas, la fábrica es ocupada por los trabajadores y se convierte en el escenario de una batalla campal con la policía que intenta desalojarlos. La dirección de la empresa responde con el cierre patronal para el turno de mañana, que posteriormente se extiende a todos los turnos. Hay decenas de detenidos y la solidaridad se extiende a otras fábricas (Cispalsa, Olivetti, Maquinistra, Lámparas Z,Enasa , Siemens, Condiesel …).  La huelga de SEAT amenaza con extenderse a otras empresas y sectores, como así acaba sucediendo. De hecho los mineros de Asturias están en huelga por sus reivindicaciones desde el 1 de octubre, mientras que en Pamplona el movimiento de solidaridad con IMENASA continuaba en pie. 

Las condiciones están dadas para la realización de una huelga general

La huelga es convocada finalmente para el viernes 29 de octubre por los dirigentes del PSUC y de CCOO, empujados por la CO de Seat, formada por miembros del Jurado de Empresa y trabajadores elegidos por sus compañeros. Para ese día hay también convocada una manifestación central en Barcelona. Sin embargo, la huelga no se prepara eficazmente ni con determinación. Que se convoque el día anterior a un sábado, ya da pistas de lo que se pretendía realmente: pequeños actos de presión en las empresas, con paros parciales, que se acabaron diluyendo ante la fuerte presencia policial. El día 2 de noviembre, los trabajadores de SEAT vuelven al trabajo. No se consigue la readmisión de los  26 trabajadores despedidos, hecho que había desencadenado la movilización, hay 36 detenidos y la empresa abre expedientes a entre 50 y 70 obreros más, una parte de los cuales serán despedidos provisionalmente, acusados de incitar a la huelga.

La ocupación de SEAT acabó con una derrota que, no obstante, cambiará completamente el panorama de la empresa. Sin embargo que la movilización fracasara, ¿se debió a una mala organización de la misma? ¿a que los obreros no quisieron ir más lejos? Para contestar a esta cuestión conviene tener en cuenta algunas de las circunstancias. En aquel momento, tanto los dirigentes del PCE como los del PSUC, y todo lo que movían a su alrededor estaban entregados a la política de “reconciliación nacional”, preconizada desde 1955. Política que como explicó en su momento Dolores Ibárruri pretendía “atraer al campo de la democracia a aquellos que están deseando abandonar las banderas franquistas, sin preguntarles cómo pensaban ayer, sino cómo piensan hoy y qué quieren para España”. Y la declaración del PCE del mismo año que decía: “Los comunistas estamos dispuestos a establecer los acuerdos, pactos, alianzas y compromisos necesarios para lograr reivindicaciones parciales, políticas y económicas, de sentido democrático, en cualquier sector de la vida nacional, incluso con fuerzas que no se plantean aún luchas por la abolición de la dictadura, y que por el momento sólo propugnan demandas de carácter parcial”. En 1969, el PCE presentaba su propuesta de “Pacto por la Libertad”, que tenía como objetivo lograr un gran acuerdo de todas las fuerzas opuestas al continuismo franquista. Propuesta que incluía a sectores de la burguesía supuestamente democrática, e incluso a fracciones del propio régimen.

Cinco días después que los obreros de SEAT finalizaran la huelga y se incorporaran al trabajo, se constituía en Barcelona la llamada Asamblea de Catalunya que se venía gestando de tiempo atrás. Se trataba de una plataforma formada básicamente por representantes de las organizaciones obreras, a la que se quería vincular a la llamada “oposición democrática”, bajo cuatro puntos: Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía, y coordinación con el resto de fuerzas del Estado español.

Ahora que se cumple también el 50 aniversario de la formación de la Asamblea de Cataluña, fue a este organismo “transversal” como lo han presentado algunos (más precisamente, interclasista) al que las organizaciones obreras más importantes -en particular el PSUC- le dieron todo el protagonismo en la lucha contra la Dictadura. Pero el objetivo de atraer a la “oposición democrática” tenía sus consecuencias. Una muy importante, que ya pudo apreciarse en la lucha de SEAT y se apreciaría en las luchas futuras, era que la movilización obrera debía estar supeditada a los objetivos y preocupaciones de todos aquellos sectores que aunque pudieran estar interesados en acabar con la Dictadura, no querían por nada del mundo una ruptura con la misma que pudiera abrir en España una vía revolucionaria.

JAP

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