¿Quién necesita la guerra?
El horror que nos sacude ante la barbarie y el genocidio que sufre el pueblo palestino, horror que el Ejército sionista extiende al Líbano, Cisjordania y puede extender a toda la región, no puede ni debe convertirse en algo habitual. Como tampoco los miles de muertos en la guerra de Ucrania, jóvenes rusos y ucranianos sacrificados por los intereses de la OTAN, de la oligarquía putinista o del corrupto régimen de Zelenski. Conflictos que se suman a las decenas de guerras abiertas o congeladas que existen en África, Asia o América Latina.
Frente a tanto horror y destrucción no basta con el lamento, son necesarios la firme oposición y el combate. De ahí la importancia de que la juventud norteamericana, junto con una buena parte del movimiento obrero de este país, exija abiertamente el fin del envío de armas, y más en vísperas de las elecciones presidenciales, que se preparan bajo una oleada de huelgas obreras –desde los estibadores a Boeing– por sus reivindicaciones.
En el mismo sentido, es necesario recalcar que las TUC británicas han decidido en su Congreso anual tomar una posición ofensiva al respecto. En efecto, el movimiento de resistencia contra el genocidio, contra el envío de armas, continúa, y en el corazón de Europa, en Berlín, la manifestación de este 3 de octubre supone un llamamiento a todos los pueblos de Europa a la movilización.
Sin duda, Netanyahu necesita la guerra para mantenerse en el poder, pero también Zelenski y Putin… y, en primer lugar, la OTAN en abierta expansión. Y, claro está, la potente industria de armamentos con las multinacionales norteamericanas en cabeza.
El negocio de las armas no es, en definitiva, más que la demostración de que el sistema de producción capitalista necesita de la guerra para sobrevivir, y para utilizar la guerra como un instrumento privilegiado para aplastar la resistencia de los trabajadores, y justificar todos los recortes sociales y la destrucción de conquistas obreras y servicios públicos. «Cómo reivindicar, si estamos en guerra», declaraba hace meses el presidente de la CEOE, el señor Garamendi.
Lo único progresista es oponerse a la guerra
Una y otra vez oímos a nuestro Gobierno –tachado de progresista– hablar, con relación a Oriente Medio, de la contención y de no avanzar en el ciclo infernal de acción-reacción. Todos los Gobiernos de la Unión Europea se han apresurado a condenar cínicamente la respuesta de Irán a las agresiones del Ejército de Israel y ayudan a Netanyahu a organizar una sangrienta respuesta. En nombre de los pueblos, todos, de hecho, están justificando el genocidio y colaboran con él, permitiendo que se sigan enviando armas, todos condenan al grito de «terrorismo» a los pueblos que resisten.
Seamos claros: cuando en este país los índices de pobreza persisten y aumentan, los salarios han bajado en términos de capacidad de compra, la privatización de los servicios públicos continúa, y solo la resistencia o la movilización, por ejemplo la de los pensionistas, logra frenar la política dictada por el capital y el régimen monárquico, hay que parar la guerra ya. Es evidente que solo la clase obrera, buscando el acuerdo con los pueblos y sorteando la política de apoyo incondicional al Gobierno de los principales dirigentes sindicales, será un baluarte para detener la guerra y la política de guerra.
Desde este periódico obrero alentamos y participamos en todas las movilizaciones e iniciativas que van en este sentido.
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