Las dos caras de la misma política

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Categoría: Editorial

Quizás sea un azar del calendario, pero a las pocas horas de que fuera rechazada, en el Congreso de los Diputados, por los votos de los diputados del PSOE, junto con los del PP (con la abstención de Vox), la moción que planteaba recuperar la indemnización de 45 días por año trabajado para los despidos improcedentes, Pedro Sánchez viaja a Kiev para ofrecer a Zelenski todas las armas posibles para continuar la guerra.

El periódico La Vanguardia del 22 de febrero publicaba a toda página un informe en el que detallaba, haciendo uso de los datos oficiales, que «la presencia militar española se ha doblado por tierra, mar y aire en torno a Ucrania»: 650 soldados en Letonia, 130 en Estonia, 400 en Bulgaria y Rumania…, y el artículo señala que ninguno de los envíos de estos efectivos ha sido ni siquiera debatido en el Congreso de los Diputados. Como no lo ha sido el envío de tanques a Ucrania o la prevista ampliación de efectivos de las bases americanas de Rota y Morón de la Frontera.

Por tanto, el Gobierno de Pedro Sánchez siguiendo las instrucciones de la OTAN, refuerza el dispositivo militar del ejército español alrededor de Ucrania y la Federación Rusa, incrementa el envío de armas, se apunta a banderas desplegadas a la escalada militar, y todo ello despreciando a la supuesta representación de la soberanía popular. Sin que por parte del sector que en el Gobierno representan Yolanda Díaz, Irene Montero o Ione Belarra se escuche más que una tímida incomodidad con estos hechos que implican crecientemente a nuestro país como beligerante en el conflicto, asumiendo por tanto la reaccionaria política del Gobierno.

La relación entre aumento cualitativo de los gastos militares e incumplimiento de una muy buena parte del propio programa electoral -en este caso es la derogación completa de las reformas laborales, pero lo mismo pasa con la Ley Mordaza- es evidente.

«Si mando municiones, entro en la guerra»

Esta declaración, hecha pública el 10 de febrero por el presidente de Brasil, Lula da Silva, tiene el mérito de la claridad. Negó a Macron, a Scholtz y a Biden el envío de armas a Ucrania que le reclamaban, sin dejar de condenar la agresión militar de Putin.

Pedro Sánchez, por el contrario, ha decidido ser beligerante en la guerra, como decidió Aznar detrás de Bush contra Irak. Ha decidido alimentar la guerra, negando toda solución de paz. Ha seguido a pies juntillas los discursos belicistas de la mayoría de los Gobiernos europeos, discursos acompañados, como en un espejo, por las declaraciones y decisiones de la oligarquía rusa en torno a Putin.

Todas esas decisiones, las ha tomado en flagrante contradicción con las conclusiones de un informe del Instituto de Estudios Estratégicos, organismo del Ministerio de Defensa, que señala que la guerra «ha degenerado en una devastadora guerra de desgaste de resultado y consecuencias imprevisibles», que «la contienda, sobre la que se proyecta la sombra de la amenaza nuclear rusa, apunta a un callejón sin salida». Y que «el daño infligido a la propia Ucrania y a la economía europea en general ya es enorme».

Todo eso les da igual a los Gobiernos europeos, que, poniéndose a las órdenes de Biden, han decidido que el futuro para los pueblos de Europa es más guerra, aunque sea al precio de la destrucción de Ucrania y el empobrecimiento de todos los pueblos y trabajadores europeos.

Pero el viento está cambiando

A pesar de la propaganda desaforada de los medios de comunicación y de la política de la mayoría de partidos que se dicen de izquierda o ecologistas a favor de la guerra, para un sector creciente  de los trabajadores la guerra es insoportable y sus consecuencias también.

Las manifestaciones de Copenhague, Berlín, Génova, Atenas, Bruselas, Londres, Zurich, ayer Washington, por la paz, por el alto a la guerra, por el cese el fuego inmediato son una indicación de la contradicción que existe entre el sentimiento de la mayoría y la política guerrera.

Más que nunca, el combate contra la guerra es inseparable del combate contra la inflación, por la defensa de los salarios y las pensiones, de los derechos sociales, los servicios públicos y las libertades. Esta es la lucha prioritaria que impulsar en nuestro país.

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