Francia: ¿Bajo la bota del 49.3 de la Constitución de la V República durante cinco años?

Publicado el por Corresponsales

Categoría: Actualidad Internacional

En poco  más de veinticuatro horas, los días 19 y 20 de octubre, el Gobierno Macron, minoritario en la Asamblea Nacional, ha desenvainado por dos veces el artículo 49.3 de la Constitución de la V República, lo que le ha permitido aprobar  sin votación dos textos presupuestarios (relativos a la Seguridad Social y a las finanzas del Estado).

Cuando era joven, bella y orgullosa, nuestra República tenía este lenguaje: «El primer objeto de toda Constitución ha de ser defender la liberad pública e individual contra el propio gobierno».[1] Por el contrario, nacida de un complot faccioso, hostil a la democracia, recuperando la monarquía, la actual Constitución tiene como «primer objeto» proteger al ejecutivo, durante años, de la opinión mayoritaria y de la cólera del pueblo. Permite a unos corruptos pavonearse en el poder y en sus aledaños

 Y, como vemos estos días, permite al hombre del Eliseo, sucedáneo de rey, reducir a nada los votos de la Asamblea Nacional, como un señor despide a sus vasallos. Y todos los «expertos» de los medios de comunicación que banalizan esta violencia legal, parloteando sobre un «equilibrio de poderes», fingen olvidar, en su sumisión servil, la explícita confesión del autor de la Constitución de 1958 de su voluntad: restablecer la continuidad con Luis XVI[2].

¿Y qué son los artículos 34, 44, 49 y otros, que imponen a la Asamblea sus órdenes del día, que le dicen lo que debe discutir y votar, que pueden barrer sus enmiendas («voto bloqueado»), y finalmente dictarle la voluntad del ejecutivo mediante el 49.3, sin hablar del poder de dictadura abierta (artículo 16)?  

¿Qué son los privilegios exorbitantes del señor del Veto del Eliseo, privilegios que no tenía ni el mismo rey traidor Luis XVI en su declive?

La votación del presupuesto de la  nación, primera conquista de la democracia

¿Qué nos dice la historia de los pueblos? Que en el largo  progreso de la democracia, entre el absolutismo y los representantes de los ciudadanos, el primer campo de batalla fue el derecho a decidir sobre el presupuesto de la nación. Y henos aquí, en el país de La Boétie –el primero que ridiculizó la obediencia de una nación a un solo hombre, hace cuatrocientos  cincuenta años- viendo a un potentado desacreditado,  en su consejo, decretar sobre el uso de la totalidad del dinero público.

¿Qué nos dice la opinión pública, la verdadera, la del pueblo que sufre, no la de los muy bien pagados cortesanos de los medios de comunicación? Que el acceso a la atención sanitaria de enfermos crónicos, de millones de familias, es motivo de inmensa angustia e indignación: hospitales, médicos de familia, especialistas… Y los que presiden la quiebra de la sanidad pública, los que de manera deliberada, solapada, criminal, asfixian los hospitales para poner  la sanidad  en manos del mercado, del beneficio, ¡tienen la desfachatez de aplicar el dictado del 49,3 a la Seguridad Social! Mientras conspiraban para amordazar cualquier oposición, y para violentar a los ciudadanos mediante su 49,3, ¿echaron siquiera un vistazo al manifiesto de los 4.158 trabajadores pediátricos que declararon a los bebés franceses en peligro vital, debido a los cierres de camas, cierres cruelmente continuados por Macron después de la pandemia?

No, repitieron su respuesta hipócrita y burda: hay escasez de médicos, se necesita tiempo para formar a un especialista…

Los desiertos médicos, «obra» de la V República y solo de ella

Políticos falsarios, la respuesta, conocida por todos los juristas desde la Antigüedad, se halla en los comienzos de la civilización: «Nadie puede prevalerse de su propia infamia»[3].

Ya que esos miles de médicos que nos faltan, vosotros, los partidos gobernantes de este régimen, los expulsasteis de las facultades de medicina, desde el inicio del curso académico de 1973, con la ley que transformó el examen de primer año  (PCEM1) en una competición ultraselectiva. Sois vosotros quienes, durante medio siglo, habéis convertido deliberadamente nuestras regiones en desiertos médicos, habéis destruido despiadadamente la vocación de los que querían ser médicos generalistas, pediatras, oftalmólogos, dermatólogos. ¿Y por qué? Para restringir el número de recetas de la Seguridad Social, limitar el derecho a la asistencia sanitaria, conquistado en 1945 por el pueblo trabajador, un derecho que a vosotros, comisarios políticos de los explotadores, os hace babear de rabia.

Sois vosotros los que habéis transformado a sabiendas el hospital en un lugar de penuria, estrés y sufrimiento para los sanitarios, con ese innoble invento de Bachelot-Touraine, Sarkozy-Hollande-Macron: las agencias regionales de salud, policía hospitalaria experta en cierre de servicios, maternidades,  hospitales, tan ocupada en esta sórdida tarea que olvidó todos sus deberes sobre las reservas de mascarillas, la prevención de la pandemia, la protección de los residentes de los Ehpad (Establecimiento de alojamiento para personas mayores dependientes).

Un acontecimiento extraño

Pero mientras conspiraban con el 49,3, por su única causa sagrada, su mantenimiento en el poder, cueste lo que cueste a la democracia, un extraño acontecimiento estaba teniendo lugar en Versalles. Ante las verjas de la prefectura se amontonaban y mezclaban, unos con sus túnicas rojas o negras, otros con sus dorsales con rayas negras, jueces, fiscales, jueces de instrucción, reunidos en la unanimidad, poco frecuente, de sus profesiones, y entonando juntos La Marsellesa[4].

La Policía Judicial se rige desde hace ciento quince años por normas que los ciudadanos conocen, sin necesidad de estar licenciados en derecho.

Aunque se entretengan con las investigaciones de Maigret, Julie Lescaut o la serie «Engranajes», saben que los magistrados, jueces de instrucción y fiscales,

deciden sobre la asignación y el seguimiento de las investigaciones judiciales, según jerarquías específicas de funcionarios.

Y ahora el Elíseo, su Darmanin, el núcleo del Ejecutivo están preparando una reforma que pondrá a los jueces de instrucción bajo las directrices del prefecto, nombrado por el Elíseo, fiel ejecutor del poder político…

Según los magistrados indignados, la independencia y la libertad de acción de los jueces de instrucción encargados de delitos graves, delincuentes de «cuello blanco» y casos «delicados» que puedan implicar a cargos electos, se vería comprometida; con el pretexto de ayudar a reducir la delincuencia cotidiana, la policía judicial sería convenientemente apartada de estos mismos casos «sensibles».

La reciente imputación del ministro de Justicia y del secretario general del Elíseo, Kohler, ambos por conflicto de intereses y presuntos inocentes, las trece imputaciones de Solère, estrecho asesor del presidente, y la condena por corrupción del principal aliado del presidente, Sarkozy, imputado también por asociación de malhechores y receptación de dinero público libio y presunto inocente, las investigaciones en curso sobre el Qatargate y el tráfico de influencias que acompañan a la «Copa de la Vergüenza» desde 2010, han dejado su huella en la opinión pública. Y si, a instancias del capitalista Bolloré, la sátira de los «Guignols de l’info», que tanto hicieron reír a los franceses, ha sido censurada, los políticos y partidos que se benefician de la V República son objeto de un merecido desprecio popular.

No olvidemos que el Parquet Nacional Financiero, que provocó la condena, por motivos diversos, del Ejecutivo de todo un quinquenato -Sarkozy, Guéant, Fillon- nació en 2013 del pánico de Hollande y los  suyos, cuando Francia descubrió que el «socialista» Cahuzac, ministro del Presupuesto, daba ejemplo de fraude fiscal.

¿No tienen estos magistrados y jueces de instrucción «indicios graves y concordantes» para sospechar de una «toma de control» por parte de políticos  desesperados de jueces de instrucción demasiado curiosos o demasiado obstinados?

En los orígenes de la insumisión

Es un régimen de opresión de las clases trabajadoras, aislado, contestado incluso dentro del propio Estado, que sobrevive gracias al mazazo presupuestario del 49,3, a los golpes asestados a la Seguridad Social y los hospitales.

El presidente y los medios de comunicación de los multimillonarios pretenden creer en la legitimidad, por defecto, de Macron. Pero la superchería de la segunda ronda –se dio por hecho que los que no querían a Le Pen aprobaban la política de Macron- no hace sino añadir más escándalo a esta monarquía ambulante.

Bajo el reinado del 49.3, un concentrado de arbitrariedad, y en el corsé de 1958, la democracia no puede renacer en Francia. Pero en la lucha emprendida contra este régimen inicuo, la insumisión de los oprimidos podrá volver a sus fuentes, las de la Primera República:

«El despotismo ha producido la corrupción de la moral, y la corrupción de la moral ha sostenido el despotismo. En este estado de cosas, corresponde a quien venderá su alma al más fuerte para legitimar la injusticia y deificar la tiranía. Entonces la razón es solo locura; la igualdad, anarquía; la libertad, desorden; la naturaleza, quimera; el recuerdo de los derechos de la humanidad, rebelión.

Así que tenemos prisiones y cadalsos para la virtud, palacios para el libertinaje,  tronos y carros triunfales para el crimen.

Tenemos reyes, sacerdotes, nobles, burgueses; sinvergüenzas; pero ni pueblo ni hombres[5]».

                                                                                   Michel Sérac


[1] Robespierre, discurso del 10 de mayo de 1973, Sobre el gobierno representativo.

[2] En 1961, De Gaulle asegura al conde de París (pretendiente al trono)que espera que Francia «vaya tranquilamente hacia su tradicional y buena vieja monarquía»; dice a su hijo (mientras él prepara el plebiscito presidencial de 1962) que cree «que esta clase de monarquía popular es el único sistema compatible con las condiciones y peligros de nuestra época». Esta monarquía popular «instituye una nueva legitimidad que entronca con la legitimidad interrumpida por la Revolución». Finalmente, en sus Memorias, afirma que ha querido devolver al Estado, en 1958, «la estabilidad y la continuidad de la que fue privado hace 169 años», es decir, desde 1789.  

[3] Nadie puede reclamar justicia si el daño que sufre es producto de sus propios actos ilícitos o su propia negligencia.

[4] Exigen la retirada de la reforma Darmanin: Asociación Nacional de Policía Judicial, UniónSindical de Magistrados, Sindicato de la Magistratura, Asociación Francesa de Magistrados de Instrucción, Conferencia Nacional de Fiscales Generales, Consejo Nacional de Colegios de Abogados, Conferencia de Abogados. Recientemente, además, el Consejo Superior de la Magistratura rechazó cualquier sanción contra el expresidente del Parquet Nacional Financiero, planteada por Dupond-Morettti, y confirmó el «conflicto de intereses» del Ministro de Justicia en este caso.

[5] Robespierre, ídem.

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