Gaza concentra toda la situación

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Categoría: Editorial

La visita esta semana pasada del renovado presidente Pedro Sánchez a la Palestina ocupada entra de lleno en el conflicto político que sacude nuestro país. No es por casualidad que el PP y Vox se hayan alineado sin matices detrás de los crímenes del Estado de Israel. Saben perfectamente que lo que está en juego en Palestina no es solo un genocidio atroz limitado al territorio de Palestina. La destrucción del pueblo palestino, el intento de liquidarlo como pueblo, tiene una repercusión mundial y, por tanto, una influencia directa en la situación dentro del Estado. Si el imperialismo, por medio de su peón Israel y de la complicidad de los Gobiernos europeos consigue aplastar al pueblo palestino, esta sería una victoria de la más negra reacción contra todos los pueblos. La resistencia del pueblo palestino contra la expulsión de su tierra no cuenta en vano con la solidaridad de millones de trabajadores y jóvenes de los cinco continentes. Por el contrario, es una expresión de la resistencia de la población trabajadora contra los planes del capital financiero de destruir todos los derechos y conquistas, tanto sociales como democráticas.

Vivimos en un Estado cuyo régimen, por su pasado y herencia, está basado en la opresión del conjunto de los pueblos que lo componen. Es la herencia del franquismo, preservada en la “transición”, que obedece a la necesidad del gran capital, de la banca y las multinacionales que, para asegurar la explotación del trabajo en las condiciones más favorables para ellos, necesita de este régimen.

Y al margen de la opinión que tengan los partidos soberanistas –entre los que no faltan apoyos al sionismo-, el aplastamiento del pueblo palestino tendría también una repercusión nefasta para el combate democrático por el reconocimiento del derecho a decidir.

Las propias contradicciones del Gobierno de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, que mantiene frente a lo que sucede en Palestina una posición “formalmente salomónica” de repartir culpas, refleja el equilibrio inestable en el que se encuentra y su voluntad declarada de intentar pacificar el que llaman problema “territorial”.

Pero para el Estado sionista, como, tampoco, para las instituciones franquistas, no valen posiciones intermedias: todo reconocimiento, por limitado que sea, de la existencia de un pueblo palestino con sus derechos es inaceptable. De ahí a la apresurada convocatoria del embajador español por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel para recriminarle las declaraciones de Pedro Sánchez (que, por otra parte, una vez más salomónicas, reconocían el “derecho” de Israel a defenderse, pero criticaban sus “excesos”). Por cierto, que lo que ha hecho el Ministerio israelí contrasta con la absoluta pasividad del Ministerio español ante las constantes intromisiones de la embajadora de Israel en la política interna española.

Las reacciones del franquismo político y del aparato de Estado heredado del franquismo ante la formación del Gobierno ponen de manifiesto, una vez más, que en España todo avance en libertades -como la amnistía- es inaceptable, incompatible con las instituciones heredadas del franquismo, la Monarquía, el aparato judicial, el alto mando del ejército y lo demás.

Es por ello que Pedro Sánchez, queriendo abrir una vía de supuesta paz (recordemos que los acuerdos de Oslo fueron precedidos por la Conferencia de Madrid en 1991) en Palestina, proponiendo una Conferencia internacional -rápidamente rechazada por Israel- está contemplando también la situación interna.

El Gobierno recién formado es frágil, como cogido con alfileres, y sometido a todo tipo de presiones y de contradicciones, tanto internas como con las aspiraciones y reivindicaciones de la mayoría que el 23 de julio cerró al paso con su voto a los franquistas del PP y Vox.

Es, sin duda, la hora de que las organizaciones obreras presenten sus reivindicaciones. Y es necesario señalar que la amenaza de huelga en los ferrocarriles por parte de todos los sindicatos ha bastado para firmar un acuerdo que pretende garantizar los derechos de los trabajadores. Claro está, es solo un respiro, la dinámica de transferencias anunciadas de las Rodalíes y la gestión de la Seguridad Social al Gobierno vasco son bombas de relojería.

La única manera de asegurar la consecución de las reivindicaciones y el mantenimiento de derechos y conquistas es la movilización de la clase trabajadora. Como la única vía para parar al ejército de Israel -aunque sólo sea momentáneamente- ha sido la movilización internacional y la interna en Israel. Movilizaciones que deben continuar.

Nada está resuelto, las espaldas están en alto, entramos en una etapa en que más que nunca será necesario poner a las organizaciones en estado de alerta, para conseguir las reivindicaciones más elementales y para parar los pies a la reacción. Tanto en Palestina como en España.

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