La Comuna, el Estado, el poder
Como recordamos al principio de esta serie de artículos, Karl Marx, en su obra La guerra civil en Francia escrita poco después de la Comuna, caracterizó a esta como “un gobierno de la clase obrera”. En efecto la Comuna realizó los objetivos más avanzados de la revolución burguesa: la constitución de un “gobierno barato” aboliendo los gastos parasitarios, el ejercito permanente y el funcionarismo de la “alta administración” del Estado. Sin embargo, este no era el objetivo último de la Comuna. Esta debía servir de palanca para trastocar las bases económicas sobre las cuales se fundaban la existencia de las clases sociales por tanto la dominación de clase. O sea, abolir la “propiedad de clase”, que hace del trabajo de la mayoría la riqueza de unos pocos. Su objetivo último tendía a la expropiación de los expropiadores. Partiendo de lo más avanzado de la revolución burguesa y de la Constitución de 1793, la Comuna va más lejos al cuestionar las bases de la sociedad burguesa o sea la propiedad.
Precisión al Manifiesto del Partido Comunista
Marx y Engels apasionados partidarios de la Comuna analizan detenidamente su obra, sus límites y sus lecciones. Entre estas, sin querer en este articulo desarrollar todas sus consecuencias en primer lugar para la existencia misma de la Primera Internacional, sacan una conclusión central en relación con el Estado. En el prefacio a la edición alemana del Manifiesto Comunista de junio de 1872 dicen en particular: “la Comuna, notablemente, ha suministrado la prueba de que la clase obrera no puede simplemente tomar posición de la maquinaria política existente y ponerla en marcha para la realización de sus propios objetivos”. O sea, la clase obrera no puede realizar su tarea histórica, si no es empezando por destruir lo que Marx caracteriza como el “horrible aparato del Estado”.
150 años después, ¿es o no actual esta caracterización de Marx? En cierta medida plantear la cuestión es dar la respuesta. El monstruoso aparato de la época de Marx hoy es un monstruo elevado a la quinta potencia, en el que su carácter parasitario y corrupto es más que evidente. Lo cual no impide que fuerzas políticas que se reclaman de los derechos de los pueblos y la democracia sigan no solo apegados a este aparato, sino que sean los servidores más consecuentes. Forma parte de nuestro cotidiano político hoy, entender y pretender que las instituciones del Estado, en nuestro país además bajo la forma de régimen monárquico, podrían colocarse al servicio de la población. Lo cual no impide que numerosas conquistas obreras y sociales estén insertas en el Estado, pero en peligro constante de destrucción como es por ejemplo el sistema público de pensiones. Recordemos que Lenin en su obra El Estado y la revolución retoma y da toda su dimensión a esta enseñanza que Marx saca de la Comuna.
La Comuna: revolución contra el Estado, instauración de la democracia
Un Estado expresión de la voluntad popular en estado puro, valga la redundancia. Si la primera tarea de la revolución proletaria es romper, destruir el Estado burgués, no es para sembrar la anarquía o el desorden, sino para levantar un Estado representación directa del pueblo de la mayoría. En resumen: abolición del ejército y de la policía, pilares esenciales del Estado burgués, armamento de los trabajadores, milicias obreras, elección, responsabilidad y revocabilidad de todos los funcionarios públicos del concejal al diputado y en particular los jueces. Limitación de su salario al de un obrero…
¿Esto es hoy actual? Más que nunca… y lo inició hace 150 años la Comuna de Paris.
Deja una respuesta