«Lo que está en juego hoy es la supervivencia del pueblo palestino»
Publicamos esta entrevista a nuestro compañero Xabier Arrizabalo, que nos da varias claves e informaciones relevantes, en particular de la realidad de la política del estado de apartheid y del sufrimiento y resistencia del pueblo palestino.
Ayer, miércoles 28 de febrero, de 2024 se anuncian 30.000 muertos, 8.000 desaparecidos bajo los escombros, 70.000 heridos, un cuarto de la población de Gaza al borde de la inanición, sin contar los más de 300 muertos en Cisjordania, miles de detenidos, decenas de miles de despedidos, a lo que se suma la destrucción del sistema de educación, de sanidad, de transportes, los centros culturales, las áreas productivas… es el brutal balance de la guerra de destrucción del ejército israelí. El horror se suma al horror: hoy 29 de febrero el ejército sionista abrió fuego contra miles de palestinos hambrientos que acudían a recibir ayuda humanitaria en el norte de Gaza: 102 muertos, más de 700 heridos.
Netanyahu ha anunciado que, si los rehenes no son liberados antes del 10 de marzo, invadirá Rafah. El 10 de marzo se inicia el ramadán, para los países de mayoría musulmana el mes de ayuno, el acontecimiento principal del año que determina las relaciones sociales, humanas y familiares.
Ante esta situación, Biden presiona para un acuerdo de tregua que se iniciaría el lunes 4 de marzo y duraría seis semanas. Biden está en campaña electoral y el electorado musulmán y una buena parte de la juventud denuncian su política de apoyo a Israel. Ayer día 27, en las primarias de Michigan, una campaña de voto nulo de castigo buscaba 10.000 apoyos y obtuvo 100.000. Biden es consciente de que así pierde la selecciones, por ello busca una tregua para aparecer como defensor de los palestinos.
La situación no solo es trágica. Hay la esperanza que se basa en la resistencia del pueblo palestino, reforzada por la movilización a escala internacional que no cesa. Hay, por ejemplo, un llamamiento para que el 10 de marzo los palestinos de Jerusalén y Cisjordania se concentren en la explanada de la Gran Mezquita ocupada por el ejército sionista. Estamos sin duda en vísperas de acontecimientos muy importantes.
Publicamos esta entrevista que nos da varias claves e informaciones relevantes, en particular de la realidad de la política del estado de apartheid y del sufrimiento y resistencia del pueblo palestino.
Entrevistamos a Xabier Arrizabalo, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, profesor visitante en Palestina en marzo de 2018, en la Universidad de Birzeit (Cisjordania).
Información Obrera: ¿Por qué ir a Palestina y por qué optar por una universidad cisjordana?
Xabier Arrizabalo: Palestina es un referente de resistencia para cualquier persona con sensibilidad social, especialmente antiimperialista. Intentar aportar desde mi profesión de profesor y poder conocer in situ ese referente fueron las razones por las que fui. Pero antes de continuar quiero plantear una cuestión clave: hoy, febrero de 2024, la supervivencia del pueblo palestino está amenazada, por eso hay una gigantesca movilización internacional en su defensa, que se concreta en la exigencia de alto el fuego, alto al genocidio, embargo de armas y rupturas diplomáticas con el Estado de Israel. Éste es para mí el punto de partida inobjetable de toda discusión.
En cuanto a por qué Cisjordania, no tuve alternativa. Las sucesivas ocupaciones israelíes de Palestina han dejado tres zonas aisladas entre sí, Cisjordania, Gaza y una parte de Jerusalén (al-Quds). Nuestra universidad, la Complutense, tenía convenio con la Universidad Islámica de Gaza, pero entrar allí era prácticamente imposible, sin garantía además de poder salir para el caso de lograr entrar. La afirmación de que Gaza es una gigantesca cárcel a cielo abierto no es una exageración. Afortunadamente, tuve la posibilidad de ir a la Universidad de Birzeit, que está muy cerca de Ramallah, diez kilómetros al norte.
Pero tampoco esta universidad estaba a salvo de la barbarie israelí: el 7 de marzo, apenas quince días antes de mi llegada, una vez más Israel atacaba a la comunidad universitaria palestina. Soldados que fingían ser periodistas secuestraron al presidente del Consejo Estudiantil de la universidad, Omar Al-Kiswani, quien posteriormente sería torturado en el centro de detención israelí de Al-Moskobyia. La Universidad de Birzeit denunció que las fuerzas de ocupación israelíes “invaden sistemáticamente el campus de la universidad -a pesar de que está específicamente protegido por el derecho internacional humanitario- y acosan constantemente a los estudiantes, miembros de la facultad y al personal” (https://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=69067).
Este pasado 11 de octubre Israel bombardeó la Universidad Islámica de Gaza, destruyendo sus instalaciones, y el 2 de diciembre asesinó al rector, Sufyan Tayeh, y su familia.
Antes de proseguir quiero precisar que esta entrevista yo la encaro simplemente desde el punto de vista de mi experiencia allí. No soy experto en Palestina, aunque sí siento que la causa palestina es la mía, como la de cualquier militante honesto que lucha por la emancipación de la humanidad de toda forma de opresión, en este caso la colonial especialmente.
IO: Suponemos que la primera impresión sería impactante
XA: Sí, lo primero que impacta es la agresividad en los interrogatorios de migración. Me preguntaron a qué lugares iría y no parecía haber problema hasta que dije Ramallah. Entonces la policía que me interrogaba gritó “Why?”. Le explique que me apetecía visitarla, que era de hecho la capital de Palestina. Curiosamente me interrumpió para decirme que la capital palestina era Jerusalén. Celebro que al menos una miembro de las fuerzas de ocupación lo reconozcan.
Me alojaba en Ramallah y desde la universidad enviaron a un estudiante de doctorado, cuyo nombre omito por razones obvias, para que me acompañara en el camino. Conversando con él me dijo que era algo mayor para doctorarse, pero que se debía a los años pasados en prisión. Lo que en otro país habría sido motivo de sorpresa allí no lo es. Se encuentra naturalizado que no ya jóvenes, sino incluso menores pueden ser detenidos y encarcelados sin ninguna garantía. Según datos de Unicef citados por la ONG Defence for Children International Palestine, “desde 2000, 13.000 menores palestinos han sido detenidos, interrogados, juzgados y encarcelados en Israel” (https://elpais.com/internacional/2023-12-05/menores-palestinos-encarcelados-en-israel-tarde-o-temprano-iba-a-perder-la-razon.html1).
IO: Eres profesor de Economía Política. Desde ese punto de vista, ¿cómo veías y cómo ves las cosas?
XA: Los padecimientos del pueblo palestino proceden de una situación de colonialismo puro y duro, durísimo, con raíces históricas que llegan hasta la actualidad. El 2 de noviembre de 1917 -justo ocho días después del triunfo de la Revolución rusa- Reino Unido, una de las mayores potencias coloniales de la historia, emite la Declaración Balfour como reverencia al sionismo -un movimiento ultracolonialista-, en la que proclama su simpatía por la creación de un “hogar judío” en Palestina. Se prepara así el terreno para el despojo del pueblo palestino de su tierra, refrendado por la propuesta de dos Estados que acuerdan EE. UU. y la URSS estalinista. Una propuesta que formula en la ONU el representante soviético y luego ministro de Exteriores por 28 años, Andréi Gromiko. Antes, el sionismo había promovido la migración a Palestina que hizo pasar a la población judía allí de 83.790 en 1922 a 553.600 en 1945, de modo que de ser el 13% del total aumentó al 31%.
Y hoy vemos cómo la Nakba de 1948 (la catástrofe) se mantiene y amplía. La “limpieza étnica” que expulsó a 700.000 palestinos, destruyendo más de 500 pueblos, se concreta a fecha de hoy, 29 de febrero, en el asesinato registrado de 30.099 de gazatíes desde el 7 de octubre pasado, incluidos 13.000 menores. Un número terrible al que deben añadirse las 8.000 personas también asesinadas, pero cuyos cadáveres se encuentran sepultados bajo los edificios destruidos por los bombardeos israelíes. Y las 407 asesinadas más en Cisjordania (datos de la Oficina Central de Estadísticas de Palestina; PCBS por las siglas en inglés: https://www.pcbs.gov.ps/default.aspx). Cerca ya por tanto de los 40.000 asesinados. Una masacre. El porcentaje de la población asesinada se acerca así al 2% de la población gazatí, lo que en proporción a la población española supondría más de 820.000 personas asesinadas, más que toda la que habita la ciudad de Valencia, la tercera más poblada.
Cuando yo estuve allí, tuve la oportunidad de visitar Jericó, que está muy cerca del Mar Muerto. Es un destino turístico que, por tanto, podría aportar recursos a la población palestina. Pero no. Porque Israel se reserva el control de todo el territorio que rodea la ciudad y, en particular, todo el litoral, donde se encuentran los hoteles, y en el propio mar, del que se extraen potasas, bromuro, yeso, sal y otros productos químicos. Esto se encuentra ligado a la existencia de tres zonas dentro del supuesto Estado palestino, a, b y c.
IO: Eso es importante, porque al hablar de Estado palestino se da por hecha su existencia. ¿Es así? Y en particular, ¿cómo es la circulación de la población palestina, puede desplazarse libremente?
XA: No es posible hablar de un Estado, cuyas partes integrantes no están comunicadas entre sí, cuyas supuestas fronteras no las controla él, que no tiene aeropuerto internacional porque lo destruyó el Estado ocupante. Cuyo habitantes tienen muy severamente limitado el derecho de circulación, que controla dicho Estado ocupante (aplicaciones de mapas indican rutas de cientos de kilómetros para desplazarse entre ciudades separadas apenas 10 o 20 km). La conformación estatal del territorio más bien es la del apartheid, con la existencia, por ejemplo, de carreteras que sólo pueden utilizar judíos (https://rebelion.org/esta-carretera-es-solo-para-judios/). Incluso el expresidente estadounidense Jimmy Carter lo reconoció en su libro de 2006 precisamente titulado “Palestina: Paz, No Apartheid”.
Explico lo de las zonas a, b y c, porque lo ilustra bien: oficialmente, en el supuesto Estado de Palestina, que únicamente se refiere a (parte de) Cisjordania, existen tres zonas denominadas así: a, b y c. Las zonas a están controladas administrativa y militarmente por la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Las zonas b están controladas administrativamente por la ANP pero militarmente por el Estado de Israel. Y las zonas c las controla tanto administrativa como militarmente por Israel. ¿Alguien puede caracterizar seriamente esto como Estado? Porque no se trata sólo de que esta diferenciación sea así “oficialmente”, sino que además Israel modifica arbitrariamente, cuando quiere, que una determinada zona pase de un estatus a otro. Recuerdo que un día después de clase, yendo en coche de Birzeit a Ramallah con unos compañeros, me mostraron un camino de tierra a ambos lados de la carretera que Israel cambiaba de estatus constantemente, para establecer un control militar en la ruta.
La reivindicación de la libertad de circulación es muy sentida, lógicamente, por el pueblo palestino, porque su prohibición por Israel, además de su contenido opresor, dificulta enormemente la vida cotidiana. Estando allí coincidió la celebración de la Maratón de Palestina en Belén, en el que tuve el gusto y el honor de participar. Y la maratón tenía como consigna, precisamente, “Freedom of Movement”. Fue muy emocionante tomar parte en él, junto con miles de palestinos y palestinas, de todas las edades porque había otras distancias más cortas, en un atmósfera fraterna y reivindicativa, muy distinto por tanto a la mayoría de carreras populares en el resto del mundo, tan mercantilizadas al servicio de las multinacionales.
IO: De acuerdo, a la luz de los hechos resulta evidente que no se puede hablar de un Estado palestino. Es decir, empíricamente se constata que, hasta el momento, la idea de los dos Estados se ha revelado falaz. Pero ¿no podría llegar a establecerse un Estado palestino coexistiendo con un Estado de Israel?
XA: Creo entender bien el sentido de la pregunta, pero me parece que en sí misma ya contiene una trampa, digámoslo así, en tanto parece apuntar, ingenuamente, a una cierta equidistancia, a una solución en la que quepa todo. La situación del pueblo palestino es una definición de colonialismo de manual. Como en muchas otras ocasiones, los ocupantes alegan la existencia de un territorio despoblado y la condición de pueblo elegido para ellos. Fue el caso de unas cuantas experiencias latinoamericanas de genocidio de los pueblos originarios, como la llamada Campaña del Desierto en Argentina, sobre unos territorios que sí estaban poblados. El sionismo acuño la fórmula “Una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra”, para camuflar el hecho de que Palestina sí estaba poblada y de forma muy mayoritaria por árabes. La imposición del Estado de Israel en 1948 supuso la expulsión de unos 700.000 palestinos, que perdieron tierras y viviendas ocupadas ilegalmente por judíos, además de la destrucción de más de 500 pueblos. Ante esa ocupación ilegal se yergue un derecho inalienable: el derecho al retorno de los palestinos expulsados y sus descendientes, con la consecuente recuperación de sus propiedades. ¿Cómo podría lograrse el ejercicio de este derecho si permanece el Estado que no sólo impuso esa pillaje sistemático entonces, sino que no deja de extenderlo cada día? Como no puede ser de otra manera dado el carácter de dicho Estado, el Estado sionista de Israel.
En el mundo capitalista hay muchas situaciones anómalas y contradictorias. Me viene a la mente ahora el Estado de Bosnia y Herzegovina, resultado de la barbarie imperialista que promovió la destrucción de Yugoslavia, en absoluto modelo a imitar, pero sí un Estado en el marco del cual existían toda una serie de conquistas obreras y democráticas. Y que fue destruido con la intervención directa de Estados Unidos a través de la OTAN y la UE, siempre capataz al servicio del imperialismo estadounidense (como se revela hoy, nuevamente de forma dramática, en la guerra de Ucrania: https://informacionobrera.org/catp-alto-a-la-guerra-en-ucrania-ni-la-rusia-de-putin-ni-otan/. Finalmente se creó un Estado nuevo, la República de Bosnia y Herzegovina, que está integrada por dos entes, la Federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska, que sin embargo comparten una pequeña parte del territorio (el distrito de Brčko).
Entonces, cuando decimos “dos Estados”, ¿realmente hemos reflexionado acerca de qué significaría eso? El Estado de Israel es la punta de lanza del imperialismo estadounidense en la región, su gendarme. Se asienta sobre la alianza entre el sionismo y EE. UU. que, más allá de sus debilidades, no deja de ser la primera potencia mundial. Y su base es el pillaje original y su constante renovación. De hecho, el propio Estado de Israel es cada vez más antidemocrático “internamente”, incluso con su propia población judía. Un Estado teocrático judío, el Estado de Israel, es incompatible con el derecho democrático elemental, inalienable, del retorno del pueblo palestino a su tierra y la recuperación de sus propiedades.
Sólo hay una vía de solución: un único Estado palestino en toda Palestina, del río Jordán al mar Mediterráneo, con todos los derechos para todas las trabajadores y todos los trabajadores, con independencia de su lengua, su religión si la tienen, etc. Sé que puede parecer inviable, pero lo único que podemos afirmar inequívocamente que resulta inviable son dos Estados. Es inviable la existencia de un verdadero Estado palestino, que dé respuesta a las legítimas reivindicaciones históricas del pueblo palestino conviviendo con un Estado judío. No es una elucubración, es una constatación. La opresión del pueblo palestino se mantiene ya, con la forma del Estado de Israel, desde hace más de 75 años. Y la opresión aumenta, pero pese a todo el pueblo palestino está lejos de ser completamente derrotado. Incluso ahora, cuando Israel está desplegando un auténtico intento de genocidio del pueblo palestino, con la complicidad, por activa y/o por pasiva, de los gobiernos no sólo estadounidense y europeos, sino también árabes. Yo viví in situ la falacia de los dos Estados. Es cierto que un solo Estado como el que señalo no es alcanzable inmediatamente, pero también es cierto que se trata de la única perspectiva de salida digna de este nombre.
No exagero calificando la agresión de Israel de genocidio: la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU, que es precisamente de 1948, define a éste como «un acto cometido con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso». Incluso la Corte Internacional de Justicia ha resuelto el 26 de enero que Israel tome medidas inmediatas para no violar dicha convención, ante la denuncia presentada por Sudáfrica el 29 de diciembre.
IO: El palestino es uno de los casos más extremos de opresión colonial, pero eso no impide que en Palestina, como sociedad capitalista que es, también exista opresión de clase, ¿verdad?
XA: Me gusta mucho la primera frase de El capital, en la que Marx precisa la fórmula “sociedades en las que domina el modo de producción capitalista”, para aludir a la coexistencia de distintas formas de producción y, consecuentemente no tratándose de sociedades comunistas, distintas formas de opresión. Como bien se plantea en la pregunta, Palestina es, lo he dicho antes, un caso de opresión colonial de manual, opresión nacional. Cualquier capitalista palestino está amenazado permanente de que, por la fuerza, el Estado de Israel al servicio del capital financiero y en otra medida del pequeño capital israelí le liquide el negocio, le destruya la fábrica, el comercio.
En la Universidad de Birzeit tuve la suerte de trabajar con profesores y profesoras de derecho laboral. Me transmitían las dificultades de plantear las legítimas reivindicaciones específicas de la clase trabajadora en Palestina. Enfatizo “específicas”. Reivindicaciones salariales, de jornada laboral, etc., como la clase trabajadora en cualquier lugar del mundo. Marx y Engels ya en 1848 explicaron en el Manifiesto del Partido Comunista que la lucha de clases tiene un contenido internacional, aunque presente formas nacionales. La clase trabajadora palestina se enfrenta a estas reivindicaciones con una clase burguesa palestina muy singular, por lo señalado, pero se enfrenta sobre todo a la burguesía israelí, de la que depende en gran medida para encontrar el medio de vida vendiendo su fuerza de trabajo. Y precisamente la opresión colonial tan brutal, que se plasma también, como decía antes, en la falta de libertad de circulación, le deja en una posición extremadamente vulnerable, a la clase trabajadora palestina. Piénsese en la facilidad de despido que eso supone o en la expectativa real que puede tener un trabajador o trabajadora de Palestina de llegar a cobrar una pensión de jubilación, cuya gestión corresponde al Estado de Israel.
Sin embargo, al modo de la legendaria frase de Galileo, eppur si mouve: como la clase trabajadora en cualquier país, la clase trabajadora palestina resiste, por su condición de organismo vivo y, consecuentemente, con instinto de supervivencia. Y para resistir se organiza, políticamente, en particular sindicalmente. Conviene precisar ante quienes demonizan a los sindicatos porque sus direcciones puedan tomar decisiones contrarias a los intereses de trabajadoras y trabajadores, que sin sindicatos no seríamos nada, que la clase existe políticamente por su organización, en primer lugar sindical.
En diciembre de 1987, ante nuevos asesinatos de Israel, la resistencia palestina estalló con la intifada (“sacudida”), también conocida como “revuelta de las piedras”, porque la juventud palestina, principal protagonista de ella, se defendía del ejército ocupante israelí con lo que tenía: piedras. Se extendió hasta septiembre de 1983 y luego hubo otra revuelta, conocida como segunda intifada, entre septiembre de 2000 y febrero de 2005. Entre medias, en 1988, la coalición identificada como representante del pueblo palestino, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), declaró la independencia de Palestina, lo que, de hecho, suponía el reconocimiento del Estado de Israel. Esto fue corroborado en los Acuerdos de Oslo de 1993, firmados con el Estado de Israel.
Planteo esto sólo como una consideración, referente a que, desde mi punto de vista y dicho con toda humildad, sin pretender dar ninguna lección, esta orientación es incompatible con la legítima aspiración del pueblo palestino que se resume en el derecho al retorno. Por otra parte, no es una excepción Palestina en cuanto a las dificultades de que la clase trabajadora tenga una representación plenamente fiel a sus intereses. Quiero enfatizar que digo esto con pleno respeto a la heroica lucha del pueblo palestino, a su soberanía también en cuanto a que él es quien debe decidir cómo se organiza y, además, en un contexto, el de principios de 2024, presidido por una exigencia inapelable y urgente: alto el fuego, alto el genocidio, embargo de armas y ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
IO: Respecto a la experiencia soviética no hubo muchos análisis de la vida cotidiana. Uno de los pocos es un texto muy interesante de Trotsky, de 1923: Los problemas de la vida cotidiana. ¿Querrías comentarnos algún aspecto de eso, de tu percepción de la vida cotidiana en Palestina, específicamente en Cisjordania en 2018?
XA: Es una pregunta muy interesante y me gusta que cites ese texto de Trotsky, en el que, además de mostrar una vez más la potencia analítica del marxismo, concentra la atención en asuntos que a menudo son desatendidos, pese a su obvia importancia. Además, en particular en relación con la experiencia soviética, son asuntos que deberían revelar efectivamente los avances en la transición socialista, pero que no es así porque dicha transición quedó interrumpida con la plena degeneración burocrática estalinista desde finales de los años veinte.
Debo precisar, en todo caso, que mi percepción sólo se basa en lo que conocí de forma directa, sin que yo abordara ningún estudio mínimamente sistemático y ordenado al respecto. Y precisar también que mi perspectiva, como cualquier otra, obviamente no es neutral. Dicho esto hubo una cosa que me llamó la atención: en el territorio plenamente controlado por el Estado de Israel, en Tel Aviv por ejemplo, por donde se llega en avión normalmente, el ambiente es desagradable. Es un ambiente militarizado, donde cada pocos metros se encuentra un soldado armado con una metralleta y con el dedo en el gatillo. Podría contar varias anécdotas al respecto, en particular las caras de rechazo e incluso inquina hacia mí cuando preguntaba por alguna dirección que denotara que iba por ejemplo a Ramallah. Pero me concentro en una: el último día tenía un rato libre en Jerusalén y paseando por la ciudad quise entrar en la catedral. Primero tuve que pasar un exhaustivo control, agresivo como siempre, pero una vez dentro fui requerido a gritos por un soldado armado, para que le mostrara nuevamente el pasaporte.
Sin embargo, en donde el Estado de Israel no está tan directamente al frente de todo, como en Ramallah, mi impresión fue siempre de una sociedad amable, alegre y hospitalaria (sentiría ser muy injusto si no mencionara el placer de compartir humus y té en los bares). Recuerdo algunas anécdotas bien entrañables al respecto, como un paseo por el mercado principal de Ramallah, en el que compré unos tomates, deliciosos, y cómo nos reíamos con la gente que me veía comerlos con las manos, manchándome la boca. El empeño en ayudarme siempre a encontrar las direcciones a las que iba, pese a las dificultades idiomáticas. Para ir de Ramallah a Belén tomé un pequeño bus en el que sólo iban un grupito de jóvenes palestinos. No podíamos hablar porque no compartíamos lengua común, pero había uno en concreto que cada rato se daba la vuelta, porque yo iba detrás, y me saludaba mostrando el pulgar hacia arriba. Pueden parecer cosas irrelevantes, pero yo creo que revelan algo muy importante: que el pueblo palestino apuesta por la vida digna de ser vivida, compartida, frente al sionismo aliado del imperialismo estadounidense que sólo ofrecen privaciones, represión y muerte. Y que esa apuesta palestina refrenda que la solidaridad es la ternura de los pueblos.
IO: En ese mismo terreno de la vida cotidiana y ligado a lo que decías de Tel Aviv y Jerusalén. Considerando el grado de militarización de la vida allí y el carácter sistemático de la represión, ¿pasaste alguna situación peligrosa?
XA: La violencia preside todo. Ya mencioné el paso por migraciones. Pero mi experiencia está mediada porque yo tengo un pasaporte europeo, que objetivamente protege, aunque en el terreno oficial Israel es uno de los países al que más barra libre le concede el imperialismo.
Es repugnante el trato que recibe la población palestina de forma permanente. Los pasos de una parte del territorio son verdaderamente hostiles. El trato que las fuerzas armadas israelíes dispensas a toda persona palestina es muy violento. Es el caso, por ejemplo y especialmente repugnante, insisto con este término, de las mujeres mayores en los controles. Se persigue una humillación constante. Su carácter sistemático impide toda ilusión de que se trate de casos particulares, de “excesos”. Es una política de Estado, una política criminal de un Estado criminal.
Volvía de Jericó en bus y para llegar a Jerusalén tenía que pasar un check-point, un punto de control, una suerte de frontera. Se había hecho de noche y no sabía por dónde ir. Pregunté al conductor de un coche que hacía fila para pasar el control. Me dijo que siguiera recto, luego entendí que me lo dijo porque debió pensar que me habría bajado de un coche. Al dirigirme caminando al control, cuando me quedaban unos 30 metros, dos soldados israelíes salieron de sus garitas dirigiéndose a mí a gritos en un idioma que no entendía, supongo que hebreo, mientras me apuntaban con sus metralletas. Sentí miedo. Después pensé qué podría haber ocurrido si yo simplemente hubiera llevado a la vista los cables de unos auriculares… Y eso lo sentía yo, que iba con pasaporte europeo y como profesor de una universidad pública española.
El peligro es constante en un Estado ultramilitarizado que sobrevive como tal a partir de una opresión sistemática sobre la mayoría de la población. No es sólo que tanto el ingreso por migraciones como la salida, que ahora comentaré, resulten más que incómodos, sino que el riesgo de incidentes como éste que relato es permanente. Hay una cuestión añadida que no es menor: la imposición por la fuerza, por parte de Israel desde1967, de asentamientos de colonos, fuertemente armados, en el territorio supuestamente controlado por Palestina. Su ocupación de tierras y sus constantes provocaciones agudizan la opresión del pueblo palestino, como recoge la propia ONU, “sistema jurídico y político dual profundamente discriminatorio que privilegia a los 700.000 colonos judíos israelíes que viven en los 300 asentamientos ilegales israelíes de Jerusalén Oriental y Cisjordania” (https://news.un.org/es/story/2022/03/1506232).
Incluso la organización israelí Peace Now, partidaria de los dos Estados, registra que “el Gobierno israelí promueve la construcción de 68 nuevas viviendas en asentamientos (…) en 2023, el gobierno israelí avanzó 12.349 unidades de vivienda en Cisjordania (excluyendo Jerusalén Este), una cifra récord desde (…) 2012” (https://peacenow.org.il/en/the-israeli-government-is-promoting-the-construction-of-68-new-housing-units-in-settlements). La barra libre que le concede Estados Unidos, con la complicidad de la mayoría de los demás gobiernos, en mayor o menor medida y por activa o por pasiva, le permite contravenir sistemáticamente la legalidad internacional, como el artículo 49 de la Cuarta Convención de Ginebra, ratificada por Israel en 1951: “La potencia ocupante no deportará ni transferirá parte de su propia población civil al territorio que ocupa” (https://en.wikisource.org/wiki/Geneva_Convention/Fourth_Geneva_Convention#Article_49). Lo mismo ocurre con la construcción del muro iniciada por Israel en 2002, que el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya declaró ilegal el 9 de Julio de 2004. Se previa una extensión de 721 km, adentrándose hasta 22 km en territorio supuestamente palestino, para incluir asentamientos ilegales y despojar a Palestina de un 10% más de tierra cisjordana.
IO: Te preguntamos por tu primera impresión y ahora concluimos la entrevista preguntándote por tu última impresión.
XA: Pues la que literalmente fue mi última impresión tuvo lugar en donde la primera, en el aeropuerto de Tel Aviv. Me había informado previamente acerca de la salida, alerta acerca del interrogatorio o interrogatorios que sufriría, en particular la técnica de repetir la misma pregunta con distintas formulaciones, con agresividad verbal, buscando que se responda distinto en alguna ocasión, para alegar que una de las respuestas era por tanto falsa y por qué, etc. La noche previa tomé todas las precauciones recomendables, como deshacerme de unos mapas que había en la “feria del corredor” de la maratón, que mostraban la Palestina histórica y a qué había ido reduciéndose. Me habían explicado que con eso pueden decidir que porta un mapa así es partidario de la destrucción del Estado de Israel, etc. Uno de los rasgos propios de un Estado no democrático es que prevalece la presunción de culpabilidad, no la de inocencia. No oculto que la noche previa a mi partida sentí cierta preocupación. Recordaba el mal trato que había recibido años antes una compañera madrileña, por llevar una octavilla de una asociación de abogados israelíes de denuncia de la legalización de formas de tortura.
Una de las preguntas repetidas es si te han regalado algo. Lo más habitual es responder que no pero que luego aparezca algún objeto que te han dado por ejemplo en un mercado al comprar otras cosas. Fue una de las primeras preguntas y respondí la verdad claro. Que sí, que me habían regalado un libro. La mujer que me interrogaba, que ya se dirigía a mí desde el principio de forma agresiva, pareció escandalizarse “a book”. Llamó a quien parecía ser jefa suya con la que se repitió el proceso. Era un libro sobre comercio, que me había regalado un economista con el que me había entrevistado en Ramallah. El interrogatorio alcanzó cotas delirantes: “¿de qué lo conoce?”, me peguntaron y respondí la verdad: “de internet”. “¿Es palestino?”, prosiguieron. “No lo sé”, respondí y añadí la verdad: “no pregunto a la gente su nacionalidad”. El resultado es que suspendí el interrogatorio y porl tanto, en lugar de poder dirigirme al embarque, me condujeron a otro interrogatorio, tras requisarme el libro.
En el segundo interrogatorio comenzó repitiendo las mismas preguntas una vez más, para pasar a continuación a inquirirme si yo sabía hablar árabe. Dije la verdad, que sólo unas pocas palabras, que dije. Me preguntaron entonces por qué llevaba un libro en árabe. Respondí la verdad, que no era un libro en árabe, sino un libro bilingüe árabe-inglés y que bastaba darle la vuelta para comprobarlo. Lo hicieron y me dejaron pasar. Me sobrecoge pensar en cómo serán los interrogatorios a las personas palestinas, sobre las que además pende la amenaza de un castigo consistente en no dejarles volver a entrar por años, incluso 10. Lo que resulta dramático para quienes tienen familiares dentro, a menudo ancianos, etc.
IO: ¿Quieres añadir algo?
XA: Sí. En primer lugar que, como dije al principio, yo no soy experto en Palestina, por lo que prefiero recomendar algunas lecturas, específicamente cuatro: Historia oculta del sionismo de Ralph Schoënman, La limpieza étnica de Palestina de Ilán Pappé, El laboratorio Palestino de Antony Loewenstein (los tres autores judíos) y el recopilatorio de documentos sobre Palestina de la IV Internacional. En segundo lugar, que la lucha del pueblo palestino por un futuro digno es, debe ser, la lucha de cualquier persona simplemente demócrata, viva en el país del mundo en el que viva. Por eso recomiendo visitar Palestina para intentar hacer un aporte a su lucha de resistencia. Yo espero poder volver. Por último, mi plena confianza en que el pueblo palestino que no ha sido plenamente derrotado en más de tres cuartos de siglo, triunfará y logrará una Palestina libre desde el río hasta el mar, con la solidaridad de la clase trabajadora agrupada internacionalmente y los pueblos del mundo.
Hoy, en febrero de 2024, quiero insistir con todo énfasis en la defensa de la legítima lucha del pueblo palestino, que motiva la movilización internacional de solidaridad que se extiende a lo largo y ancho del mundo. Una movilización solidaria, sí, pero que va más allá porque en la lucha palestina se dilucidan cuestiones que atañen al conjunto de los pueblos del mundo. Su supervivencia antes que nada, para lo que es imprescindible y urgente gritar unitariamente alto el fuego, alto el genocidio, ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel.
IO: Muchas gracias por concedernos la entrevista.
XA: Gracias a vosotros por la invitación a exponer mi experiencia y por la tarea que hacéis, como medio sólo comprometido con las legítimas aspiraciones de la mayoría.
- El encabezamiento del artículo dice “Israel es el único Estado del mundo que juzga sistemáticamente a niños y adolescentes en tribunales militares, según Unicef. La inmensa mayoría denuncian maltrato físico o psicológico y muchos permanecen detenidos sin cargos. Y comienza así: “Wisam Tamimi cumplió 17 años el pasado 6 de junio. Tres días después, medio centenar de militares israelíes irrumpieron en su casa de madrugada y se lo llevaron con las manos esposadas a la espalda, los ojos vendados y bajo una cascada de insultos. Una vez en un puesto militar en Cisjordania, los soldados lo forzaron a arrodillarse. Así permaneció cinco horas, explica en su casa de Nabi Saleh, a unos 20 kilómetros de la capital de Cisjordania, Ramala. Le habían quitado la chaqueta y tenía frío, recuerda (Después, lo llevaron a la prisión israelí de alta seguridad de Ofer, cerca de Ramala, donde lo desnudaron completamente y lo registraron, antes de encerrarlo cinco días en una celda de aislamiento (…) La comida era ‘muy escasa’ y las amenazas, constantes. Sobre todo la de que si no confesaba, el ejército israelí demolería la casa de sus padres. Querían que firmara unos papeles en hebreo que no entendía (…) Tres de cada cuatro de estos jóvenes no han sido condenados por ningún delito, según datos oficiales israelíes. Además de esos primeros cinco días en aislamiento, Wisam pasó en soledad otros 35, en el centro de interrogatorios Al Masqubiyya de Jerusalén, en un calabozo en el que apenas podía ponerse de pie -mide 1,83 metros- ni dar más de tres pasos, explica. Fue entonces, en ese mes largo en soledad, sometido a interrogatorios constantes, y con una luz en la celda que parpadeaba sin descanso, cuando se dijo a sí mismo que ‘tarde o temprano iba a perder la razón’”. Recomendamos la lectura del artículo completo, ciertamente estremecedora. ↩︎
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