Recordando la huelga de la enseñanza de 1988
Los días 15, 16 y 17 de marzo hemos asistido a las mayores movilizaciones dentro del sector de la enseñanza de las últimas décadas. El detonante del conflicto ha sido la modificación del calendario escolar por parte del Departament d’Ensenyament, pero es bien sabido que la causa real es el deterioro de las condiciones de trabajo de los docentes que se ha ido cronificando a lo largo de esta última década. A ello hay que añadir el incumplimiento de los compromisos adquiridos por parte de la Generalitat como ha sido el destinar el 6% de su PIB a enseñanza. Algo que recogía su propia Llei d’Educació Catalana (aprobada en el 2009) y que, en la actualidad, está muy lejos de ser alcanzado. Catalunya destina un 3.9% de su PIB ,algo que la sitúa como la comunidad de España que menos dedica a enseñanza que, como media, dedica un 4,4 %. Este hecho se entiende fácilmente si se enmarca en un contexto en el que Catalunya ocupa el último lugar en inversión en políticas sociales del Estado español.
A todo lo anterior se tiene que sumar la prepotencia y la escasa inteligencia política con la que ha afrontado todo este proceso el actual conseller González-Cambrany. Ha negado cualquier tipo de negociación con los docentes, menospreciando a sus representantes sindicales y negándose a informarles y cerrando cualquier posibilidad de llegar a algún acuerdo con ellos. Algo que no resulta una novedad y que, por desgracia ha ocurrido en muchas otras ocasiones, fuese el gobierno de la Generalitat del color que fuese.
El motivo de este artículo es doble: recordar y homenajear la huelga de 1988 y dejar claro que, si en su momento ganamos, en la actualidad también es posible. Es comprensible que muchos de los docentes que han participado en esta huelga se estén cuestionando, después de tres días de paro y acciones masivas en la calle, si es posible resultar victoriosos dado que el Departament no da muestras de retroceder en sus pretensiones. La respuesta es sí. Se puede si se mantiene la presión sobre del Departament como hasta ahora, al igual que en 1988 nosotros lo conseguimos ante una administración que se mostraba mucho más fuerte y contraria a llegar a cualquier acuerdo con los docentes en huelga.
Origen, organización y evolución del conflicto de 1988
La plataforma reivindicativa estaba integrada por cinco grandes peticiones:
-La homologación salarial con el resto de funcionarios con titulación y tareas equivalentes a las suyas, poniendo fin al sistema retributivo basado en la dedicación exclusiva. Dicha homologación, en realidad suponía un considerable aumento salarial para los docentes.
-La reducción de las horas lectivas.
-La estabilidad de los interinos y sustitutos.
-La no supresión de aulas, reduciendo la ratio de 30 alumnos a 25 por aula.
-La regulación de la responsabilidad civil. El maestro era responsable de cualquier posible daño que pudiera sufrir un alumno en una actividad realizada fuera del aula (excursiones, colonias, etc.), teniendo que asumir él los posibles costes legales derivados de ello.
La huelga fue impulsada por todos los sindicatos que obtuvieron representación en las elecciones que se habían llevado a cabo, por primera vez, un año antes: CCOO, UGT, ANPE, CSIF y FESPE. Sin embargo, dado que los docentes, a lo largo de las luchas anteriores, nos habíamos dotado de un sistema de organización paralegal (nunca fue reconocido por la Administración) basado en las reuniones de claustros, las asambleas de zona (ésta coincidía con la comarca o la mayor parte de ella) y las asambleas provinciales, los sindicatos se vieron obligados a admitir en el comité de huelga provincial a delegados de la asamblea provincial. Por último, los representantes de los comités de huelga provinciales constituyeron el comité de huelga estatal que fue el que dirigió la huelga en última instancia.
Gran parte del éxito de la huelga se debió al hecho de ser participativa, ya que las asambleas de base controlaban la acción de las estructuras superiores. A pesar de ello, a lo largo de estos días, no faltaron ciertas tensiones. Entre las diferentes organizaciones sindicales había importantes diferencias en cuanto a estrategia sindical y no todas se mostraron igual de receptivas a la hora de permitir la participación de los representantes de las asambleas provinciales.
Los paros se iniciaron en febrero. Primero fue un día por semana, después dos, luego tres y se seguía de nuevo con un día, dos, tres. Nunca coincidían con lunes o viernes.
Llegado el mes de abril y ante la falta de cambios significativos, se decidió organizar una manifestación en Madrid. Se llevó a cabo el 27 de ese mes y en ella participaron más de 100.000 personas venidas de toda España. De varias localidades de Catalunya salieron decenas de autocares que trasladaron a los manifestantes. Muchos otros lo hicieron en tren.
Esta manifestación supuso un punto de inflexión. El 4 de mayo se reanudaron las negociaciones y cuatro sindicatos firmaron un preacuerdo: CSIF, ANPE, UGT y FESPE. CCOO se opuso a dicha firma por la presión de sus bases y de las asambleas de zona. Las organizaciones sindicales, ante la protesta que expresaban los docentes, se vieron obligadas a someter el acuerdo al que habían llegado con el Ministerio a referéndum. La participación en dicha consulta fue de más del 90%, siendo rechazado el acuerdo por el 80% de los docentes. Todo ello obligó a continuar la huelga.
Entre febrero y junio de 1988 se hicieron 22 días de huelga. Se llegó al fin de curso sin haber conseguido nada significativo, aunque con el acuerdo de todas las centrales sindicales de no negociar nada con el Ministerio durante el verano. Quedaba pendiente la posibilidad de reanudar la huelga con el nuevo curso.
Ante la amenaza de un nuevo conflicto, José María Maravall, ministro de Educación del gobierno de Felipe González, fue cesado en julio y sustituido por Javier Solana, con el que se reanudaron las negociaciones al empezar el nuevo curso, llegándose a acuerdos definitivos durante el mes de noviembre. El documento fue suscrito por las diferentes asambleas y ello significó el final de las movilizaciones ante la consecución de la mayor parte de las reivindicaciones, aunque éstas se irían aplicando de forma progresiva en los próximos cursos.
El aumento salarial fue importante. Un maestro catalán pasó de cobrar 715 € mensuales netos en 1988 a ganar 1.106 € en 1992. Se consiguió la escolarización de niños a los 3 años, antes estaba en los 4; el pago de dietas por la realización de colonias; una estabilidad para los interinos y sustitutos; la ratio pasó de 30 a 25 niños por aula y, la jornada laboral de 37,5 horas se acordó que 30 se harían en el centro, de las cuales 25 serían lectivas.
Gran parte de las condiciones laborales de las que se benefician los docentes actualmente se consiguieron en aquella huelga. Pero lo conseguido fue mucho más de lo que se firmo en el acuerdo: conseguimos dignificar nuestra profesión y convencernos de que si luchábamos con determinación y unidad podíamos conseguir nuestros propósitos.
Si fue posible entonces, también lo es ahora.
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