El internacionalismo de la Comuna de París
En 1848 Marx y Engels elaboran el Manifiesto del Partido Comunista, a pedido de la Liga de los Comunistas recién constituida el año anterior. En él, expresan en los siguientes términos el contenido internacional de la lucha de clases, que es acorde a la propia internacionalización del capital: “por su forma, aunque no por su contenido, la campaña del proletariado contra la burguesía empieza siendo nacional”. Dieciséis años después se constituye la Primera Internacional, la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), en la que Marx ocupa un lugar muy importante en su Consejo General y redactando el manifiesto inaugural y los estatutos.
El internacionalismo, basado en la conciencia de que los intereses de la clase trabajadora de los distintos países son los mismos, estaba ya presente en las primeras organizaciones obreras. Una conciencia que permitía actuaciones como la que Lissagaray explica en su Historia de la Comuna, de cómo los trabajado- res franceses habían intentado impedir la guerra, dirigiéndose a los alemanes de este modo: “hermanos, protestamos contra la guerra; queremos paz, trabajo y libertad. Hermanos, no escuchéis las voces a sueldo que tratan de engañaros respecto al verdadero espíritu de Francia”. Y habían tenido respuesta de los trabajadores berlineses: “también nosotros queremos paz, trabajo y libertad. Sabemos que a un lado y otro del Rin viven hermanos con los cuales estamos dispuestos a morir por la República Universal”. Aunque no lograran impedir la guerra, este intercambio es verdaderamente revelador.
Entre el 19 y el 23 de julio de 1870 Marx escribe en el primer manifiesto del Consejo General de la AIT sobre la guerra Franco-Prusiana (entre el 6 y el 9 de septiembre redactará el segundo): “la clase obrera inglesa tiende su mano fraternal a los obreros de Francia y de Alemania. Está firmemente convencida de que, cualquiera que sea el giro que tome la horrenda guerra inminente, la alianza de los obreros de todos los países acabará finalmente con las guerras ”. Casi cincuenta años después, en las primeras veinticuatro horas desde el triunfo de la insurrección de octubre de 1917 en Rusia, se promulga el decreto de la paz que comienza así: “el Gobierno Obrero y Campesino, creado por la revolución del 24-25 de octubre y que se apoya en los Soviets de diputados obreros, soldados y campesinos, propone a todos los pueblos beligerantes y a sus gobiernos entablar negociaciones inmediatas para una paz justa y democrática”. El internacionalismo, concretado en el rechazo a toda guerra imperialista, es seña del movimiento obrero.
En la Comuna participaron desde el principio muchos no parisinos ni franceses, incluso en tareas de la máxima responsabilidad, como el alemán Frankel en materia laboral o el polaco Dombrowski en materia militar. En La guerra civil en Francia, que es otro Manifiesto del Consejo General de la AIT, escrito por Marx durante la Comuna, entre abril y mayo de 1871, explica: “la Comuna era (…) el auténtico gobierno nacional. Pero, al mismo tiempo, como gobierno obrero (…) era un gobierno internacional en el pleno sentido de la palabra (…) la Comuna anexaba a Francia los obreros del mundo entero”. Un ejemplo muy elocuente de la vocación internacionalista de la Comuna es el decreto que establece el derribo de la Columna Vendôme, efectivamente llevado a cabo el 16 de mayo, en tanto dicho monumento era un símbolo del colonialismo francés que había oprimido y seguía oprimiendo a otros pueblos.
También la burguesía era consciente del significado internacional de la Comuna de París, de su condición de referente para la clase trabajadora de todos los países. Bismarck, jefe de gobierno alemán, colaboró con la re- presión contra la Comuna, en particular liberando a 100.000 soldados franceses presos. Sin duda le preocupaba que la Comuna nunca pagaría la reparación de guerra, que inevitablemente exigiría exprimir a la población. Pero tenía motivo para una preocupación mayor: el ejemplo que para la clase trabajadora alemana podía representar, habida cuenta de las medidas tan avanzadas que adoptaba.
Es también por su carácter internacionalista que la Comuna de París, como explicó Marx en su carta a Kugelman del 12 de abril de 1871, “constituye la proeza más heroica de nuestro partido desde la época de la insurrección de junio” (por el levantamiento obrero de 1848, que él mismo, en El 18 brumario, había definido como “el acontecimiento más gigantesco de la historia de las guerras civiles europeas”, con el que se pretendía salvar la revolución que había estallado en febrero.
El internacionalismo obrero está exactamente en las antípodas del imperialismo, que es consustancial a la sociedad capitalista. Hoy, frente al capitalismo que sólo ofrece la crisis crónica, las guerras y, en general, una sistematización cada vez mayor de la destrucción de fuerzas productivas, la orientación internacionalista de la clase trabajadora abre la únicaperspectiva de salida a los graves problemas que padece la humanidad. Resulta así plenamente vigente la conclusión del Manifiesto del Partido Comunista, ¡Proletarios de todos los- países, uníos!
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