Capital y trabajo en la Comuna de París
En este artículo se aborda, en continuidad con los anteriores, la Comuna y el mundo del trabajo. En un marco de revolución, de dictadura del proletariado y de superación de las formas de gobierno republicanas de la burguesía, la Comuna tomó medidas para la autoemancipación de las clases trabajadoras, encabezadas por el proletariado. Aunque por su brevedad sólo pudo llevar a cabo algunas, la lucha de clases existió en la Comuna, por ejemplo respecto al trabajo en las panaderías.
El fin del trabajo nocturno
El 20 de abril se declaró abolido el trabajo nocturno en las panaderías. Pero el decreto aprobado por la Comisión Ejecutiva pasó al delegado de la Comisión de Trabajo y Cambio, que el día 23 señaló su entrada en vigor el 27. Aquel día hubo un extenso e intenso debate: la patronal lanzaba su ofensiva. Pidió retrasar su implantación y que el trabajo se iniciase antes de las cinco de la mañana.
Nunca hubo una relación idílica entre los patrones y la Comuna: había en vigor vales (desde el 7 de octubre de 1870) que, en teoría, los refugiados, en el contexto de guerra, podrían cambiar por pan. Sin embargo, en las panaderías no siempre los aceptaban -o pretendían cobrarlos sin justificantes-. La Comuna señaló en no pocas ocasiones que las panaderías debían obedecer la ley.
Cuando parecía que se imponían las reivindicaciones de los trabajadores, una nueva treta: se pidió que el trabajador de la levadura sí pudiese trabajar por la noche, para dejarla preparada. Bajo amenaza de incautar el pan si se trabajaba por la noche, se estableció la entrada en vigor del decreto el 3 de mayo. A pesar de la presión de la patronal, en diez días era liquidada la cuestión. Además, entonces el sector de la panadería no tenía derecho a huelga: era, pues, un salto histórico.
Todo concluyó con una manifestación el 18 de mayo, de entre 1.200 y 1.500 trabajadores del pan, frente al Hôtel de Ville, en respaldo a la Comuna y sus medidas.
Trabajo, revolución y lucha de clases
Frente a cualquier concepción idílica de la revolución constatamos, con estos hechos, el enfrentamiento entre las clases sociales por dirigir el proceso, fundamentalmente entre privilegiados que poseen medios de producción y la gran masa que no tiene más que su fuerza de trabajo.
El carácter proletario de la revolución permitió a la clase obrera llegar hasta el final. En palabras de Lenin, “sólo los obreros permanecieron fieles a la Comuna hasta el fin. Los burgueses republicanos y la pequeña burguesía se apartaron bien pronto de ella: unos se asustaron por el carácter socialista revolucionario del movimiento, por su carácter proletario; otros se apartaron de ella al ver que estaba condenada a una derrota inevitable. Sólo los proletarios franceses apoyaron a su gobierno, sin temor ni desmayos, sólo ellos lucharon y murieron por él, es decir, por la emancipación de la clase obrera, por un futuro mejor para los trabajadores”.
La Comuna, en un proceso dialéctico, no exento de errores y bajo la presión del capital y el viejo mundo, decidió la entrega a cooperativas de trabajadores de los talleres y fábricas cerrados, porque sus antiguos propietarios habían huido o hicieran paro patronal.
Así mismo, se prohibieron las multas patronales: hasta entonces los jefes encarnaban el poder (como explicó Marx en 1842, sobre los debates en la Sexta Asamblea de la Provincia de Renania, respecto a las propiedades rurales y el robo de leña), de forma que establecían por qué castigar, a quién y cómo, además de ejercer de jueces y sentenciar.
Como señaló Marx, “la Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera, fruto de la lucha de la clase productora contra la clase apropiadora, la forma política al fin descubierta que permitía realizar la emancipación económica del trabajo”. La Comuna expropió a los expropiadores e impugnó la posesión privada de los medios de producción, apostando por las cooperativas, por el trabajo libre y asociado. Por eso mantiene plenamente su vigencia como referente.
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