Se acabó
El comportamiento del presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, en la celebración de la victoria de la selección femenina en el Mundial, sus gestos obscenos y el beso forzado a una jugadora -en realidad una verdadera agresión- han abierto un escándalo que va más allá de la conciencia de las mujeres que lo protagonizan, revelando no sólo la corrupción y el nepotismo caciquil, sino el machismo desenfrenado y la herencia franquista de las instituciones deportivas, en especial el fútbol de nuestro país. Recordemos el caso del señor Samaranch, antiguo jerarca franquista y durante años cabeza visible del deporte español, que declaraba en 1975, cuando fallece el dictador Francisco Franco, «Considero que la figura y la obra del Caudillo quedarán en la historia como las de uno los jefes de Estado más importantes del siglo XX. Su intervención en España durante 39 años ha significado prosperidad y la paz más larga que ha conocido nuestro país desde hace siglos».
El incidente del señor Rubiales ha sacado a la luz muchos otros. Descubrimos que decenas de mujeres han vivido años de vejaciones, agresiones, falta total de respeto y dignidad junto con unas condiciones laborales deplorables. Y se publica que sólo hay 6 mujeres entre los 140 miembros de la Asamblea de la Federación de fútbol.
Lo que sucede en el fútbol no es una situación aislada. Por el contrario, es una realidad común de la práctica de las empresas privadas que viven del dinero público, dinero que ni se justifica y del que no se rinden cuentas.
Se pone de manifiesto que las relaciones con el poder económico, el entramado político del régimen – con la Monarquía a la cabeza- son un verdadero cáncer que lo pudre todo. De ahí la impotencia del Gobierno al adaptarse a este entramado institucional. Y, a pesar de ello, cientos, si no miles, de mujeres trabajan en silencio y consiguen éxitos aun teniendo que correr con una mochila en la espalda. Es una expresión de la rebelión de millones de mujeres jóvenes trabajadoras, que no quieren sufrir más la opresión que la sociedad capitalista les depara. Opresión agravada en este país por la herencia franquista, sus tribunales, sus leyes, sus costumbres, sus instituciones. No es un accidente, esa opresión es necesaria para mantener y aumentar la explotación de la masa obrera y la división enfrentando a trabajadores y trabajadoras.
El grito de las jóvenes futbolistas resuena en todo el Estado, en todos los pueblos, entre los millones de trabajadoras en subempleos o peor pagadas, en la sanidad, en la hostelería, en la dependencia, en los cuidados, en las miles de jóvenes marroquíes que recogen la fresa en Huelva en régimen de semiesclavitud. En las miles que trabajan en casa para las grandes multinacionales del textil que presumen de la “marca España”.
«SE ACABÓ» es un grito de rebelión y emancipación: es un grito por la igualdad real de derechos a todos los niveles, es un grito contra un régimen que vive de la explotación y la opresión, es un grito también contra la guerra, contra la loca carrera de armamentos que destruye la economía y los servicios públicos, y lleva a miles de jóvenes a la muerte.
Es un grito para acabar con tanta hipocresía, como si los poderes públicos no supieran las condiciones en que viven las deportistas o no conocieran la situación de opresión de la mayoría de mujeres… y es también una constatación del balance real de los Gobiernos, incluido el de coalición: la brecha de género ha aumentado en salarios.
Es el mayor desmentido al «feminismo» de escaparate de algunos.
«SE ACABÓ» es un llamamiento, también, a no esperar a ningún Gobierno nuevo, sin ser indiferentes, claro está, a que haya uno u otro.
Es un grito en esta vuelta plena a la actividad a plantear la lucha unida por las reivindicaciones comunes. Es un grito lanzado a las organizaciones, en particular sindicales, para que ocupen su lugar participando en las múltiples manifestaciones de estos días contra la cúpula de la federación de fútbol, a preparar la manifestación en Madrid el 28 de octubre para que cese el incumplimiento del Gobierno y encargue la auditoría que demostrará que nuestra Seguridad Social es sostenible y puede financiar las reivindicaciones, manteniendo la tasa de reposición de las pensiones, eliminando la brecha de género en los salarios y subiendo las pensiones que golpean sobre todo a las mujeres y a exigir acabar con los presupuestos de guerra que Biden y la OTAN exigen.
Es un grito para exigir ya las reivindicaciones y derechos de las mujeres trabajadoras, de toda la clase obrera, de la juventud, de los pueblos.
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