Palestina: la palabra a Awad Abdelfattah
Reproducimos un artículo de Awad Abdelfattah publicado en la web Middle East Eye el pasado 27 de noviembre. Militante palestino del interior, es uno de los impulsores, junto con el historiador israelí Ilan Pappé, de la Campaña por un Solo Estado Democrático (ODSC)
Relanzar la solución de dos Estados en medio de un genocidio es una argucia. A muchos palestinos, hablar de una solución de dos Estados o de cualquier otra solución política al actual conflicto colonial les parece un lujo, dada la urgente necesidad de salvar a 2,3 millones de personas en Gaza del ataque masivo de Israel.
Poner fin a la guerra genocida de Israel es una prioridad absoluta para el pueblo palestino y para cualquier persona consciente. Por lo que han recibido el nuevo discurso del presidente estadounidense, Joe Biden, sobre la ilusión de los dos Estados como una simple distracción de las atrocidades sin precedentes perpetradas por Israel, con el apoyo de Washington.
La reavivada retórica estadounidense sobre este tema, presentado como una visión a seguir tras es fin de la guerra genocida, está condicionada a la realización del plan militar israelí encaminado a expulsar de Gaza a Hamás, sin importar el número de civiles muertos o desplazados forzosos en este proceso, o la magnitud de la devastación desatada en el territorio.
Estamos pasando de una fase en la que el mantra de los dos Estados se utilizaba como cobertura para la colonización israelí de Cisjordania y Jerusalén Este, a una fase que implica el exterminio de los palestinos de Gaza, que se ha convertido en el campo de concentración a cielo abierto más grande del mundo.
Todo esto se justifica por la necesidad de eliminar el supuesto mayor obstáculo para la paz.
Es absurdo relacionar dos trayectorias tan contradictorias –una que habla de paz y la otra que implica el actual proceso de exterminio de un grupo de personas supuestamente beneficiario del proceso de paz.
Pero tal propuesta no es en absoluto ajena al contexto de la historia de los Estados Unidos, que comenzó con el exterminio de la población indígena y se prolongó en Iraq y Afganistán en el siglo XXI.
Esto es intencional, partiendo de la hipótesis de que es el momento oportuno para implementar un plan cuyo objetivo principal es garantizar la seguridad de Israel y reconstruir las alianzas regionales de Washington.
¿Un verdadero cambio de política?
La Administración estadounidense, atónita por la operación de tipo «conmoción y pavor» de Hamás, quiere aprovechar las crecientes debilidades del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, dada su incapacidad para defender a sus propios ciudadanos y desmantelar Hamás, para llevar de nuevo a Israel y a la Autoridad Palestina (AP) a la mesa de negociaciones.
Pero ¿qué significa realmente invocar la solución de dos Estados después de tantos años de abandono, y de la destrucción y sufrimiento infligidos a un pueblo colonizado? ¿Se traducirá esto en un cambio real en la política estadounidense?
¿Y sigue siendo la solución de los dos Estados una opción seria o viable, habida cuenta del proyecto de asentamientos en las ocupadas Cisjordania y Jerusalén, así como del creciente fanatismo y la tendencia al fascismo exacerbados por la actual guerra? ¿Es la versión de Washington de la solución de dos Estados la misma a la que aspiran los dirigentes palestinos, y está dispuesto Estados Unidos a ejercer una verdadera presión sobre Israel?
El atmósfera que impera en medio de la guerra en Gaza y el creciente odio entre palestinos e israelíes son extremadamente desalentadores. Es difícil evaluar hasta qué punto se ha ensanchado el abismo, o incluso si cualquier discusión sobre una solución política que garantice siquiera un mínimo de derechos al pueblo palestino es pertinente en estas circunstancias.
Es probable que la sociedad israelí salga de esta guerra aún menos dispuesta a aceptar cualquier compromiso con los palestinos, tanto más cuando el régimen israelí ha presentado el ataque del 7 de octubre como desconectado de las graves injusticias históricas que ha infligido a los palestinos.
Peor aún ha sido la nueva movilización de la sociedad israelí, inducida erróneamente a aprobar una mentalidad manifiestamente genocida arraigada en la ideología sionista. Las políticas coloniales de Israel deshumanizan al pueblo palestino, considerando la aniquilación de su cultura y su historia desde 1948 como el cumplimiento de una promesa divina o de un imperativo nacional.
En los últimos años, algunas partes de la sociedad israelí y los principales medios de comunicación se han vuelto cada vez más racistas e insensibles al sufrimiento palestino. Por ello los palestinos han intensificado su lucha de resistencia, con enormes sacrificios. Esta lucha por la justicia, la descolonización y la liberación no acabará; por eso se niegan los palestinos de Gaza a abandonar
a abandonar su patria, incluso después de dieciséis años de cruel asedio israelí.
Prejuicio sesgado
Incluso después del final de la guerra actual, el conflicto en su conjunto continuará mientras no haya una solución justa. Cuando esta serie de combates se calme, la diplomacia comenzará – pero este proceso será difícil y prolongado y constituirá un gran desafío para los palestinos, porque Estados Unidos nunca ha sido un mediador imparcial.
Si Israel logra debilitar a Hamás y sacarlo del poder en Gaza, como está tratando de hacer, Estados Unidos tendrá que garantizar el cambio del Gobierno israelí de extrema derecha por una Administración dispuesta a tratar con la Autoridad Palestina, que actúa como subcontratista de la ocupación israelí.
Pero es difícil prever un verdadero cambio en la posición de Israel sobre los derechos de los palestinos, en un contexto de inminente conflicto interno sobre el proyecto de reforma judicial, probablemente exacerbado tras el fracaso masivo de Netanyahu el 7 de octubre. Tal cambio solo se producirá tras una presión interna continuada, a saber, una coresistencia palestina y progresista y una verdadera presión internacional.
Los palestinos saldrán de esta guerra habiendo sufrido otra espantosa catástrofe humanitaria, a una escala sin precedentes desde la Nakba de 1948. Sin embargo, gracias a su resistencia y su notable firmeza, también habrán obtenido ganancias significativas en términos de apoyo y simpatía por su causa a escala mundial, más aún en los países occidentales, cuyos Gobiernos han dado vergonzosamente todo su apoyo a la guerra genocida de Israel.
La posición de Israel en el mundo ha sido socavada aún más, sus mentiras y mitos en gran medida demolidos. Una nueva generación ha surgido con una nueva consciencia y reconocimiento de la justicia de la causa palestina. Esta joven generación continuará interpelando a sus Gobiernos sobre sus fracasos, su imperialismo y su complicidad en los crímenes de guerra.
El mundo asiste a una nueva ola de políticas populares alternativas, cuyos ejes son la justicia, la liberación y la igualdad. Los dirigentes y militantes de este movimiento mundial en constante expansión ven la lucha palestina como una extensión de sus propias batallas por la justicia en sus países.
Los palestinos se encontrarán de nuevo ante el reto de halla el modo de unirse y capitalizar estos logros. La mayoría de los palestinos no creen en la solución de los dos Estados, porque el régimen sionista ha demostrado en multitud de ocasiones sus intenciones genocidas y coloniales. La consigna «Palestina será libre desde el río hasta el mar» se convertirá en parte integrante del discurso palestino, y los intentos de criminalizarlo fracasarán.
No es una consigna genocida, sino un noble objetivo que exige la liberación de los palestinos del brutal apartheid y la liberación de la sociedad israelí del sionismo, permitiendo a palestinos y judíos convivir en una entidad igualitaria.
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