No es una guerra, es un genocidio
Desde el ataque de Hamás el 7 de octubre el Ejército sionista ataca y masacra por tierra mar y aire a la población palestina de Gaza, al tiempo que hostiga a la población del sur del Líbano y protege a los colonos que en Cisjordania expulsan de sus tierras a los palestinos. En Israel decenas de miles de trabajadores palestinos son despedidos.
El objetivo anunciado desde hace 75 años por el Estado de Israel de arrojar a todos los palestinos de su tierras, de aniquilarlos como pueblo, continúa. Y lo hace gracias al apoyo militar, financiero y diplomático del imperialismo estadounidense y de los Gobiernos europeos, incluido el nuestro.
En todo el mundo se desarrollan manifestaciones y movilizaciones contra esta masacre, en particular entre una buena parte de la población judía de Estados Unidos.
Ningún partido, ninguna organización, ningún militante que diga defender la democracia y los derechos democráticos puede ser indiferente. Los mismos que siguen armando al oligarca Zelenski en su guerra contra la oligarquía de Putin, hablan del derecho de Israel -potencia ocupante y colonizadora- a continuar la masacre.
Es el imperialismo, en su política para saquear a los pueblos y explotar a los trabajadores, el que está detrás de esta barbarie, el que continúa y alimenta la guerra fratricida que en Ucrania significa cientos de soldados muertos y que intenta exterminar a todo el pueblo palestino.
Es la hora de la movilización sin condiciones para parar la mano de los genocidas agresores y de sus cómplices. Movilización que ayude a abrir la vía a un horizonte de paz, de fraternidad entre todas la poblaciones sean del origen, religión o raza que sean.
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