¡La privatización mata!

La principal preocupación del servicio de mantenimiento de Carris era la seguridad de los pasajeros y de los medios de transporte llevados por los conductores, sus compañeros de trabajo. La lógica de las empresas privadas es minimizar los gastos, “hacer el servicio más barato posible, para lograr el máximo lucro.”
(Tragedia anunciada del funicular de la Gloria, de Lisboa)
El miércoles 3 de septiembre, una de las cabinas del funicular de la Gloria, en el centro de Lisboa, que se encontraba en lo alto de la cuesta de la Calzada de la Gloria, se lanzó a bajar sin frenos, sin ningún control, chocando contra un edificio, causando la muerte de 16 personas e hiriendo a otros 22 (5 de ellos en estado grave).
“Del estudio de los destrozos causados, se constató de inmediato que el cable que unía las dos cabinas cedió en el punto que lo fijaba a la cabina n.º1 (que estaba en lo alto de la Calzada de la Gloria)”, reveló este sábado el Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes de Aeronaves y Ferroviarios (GPIAAF).
“Nada podía salvar al funicular de la Gloria de una ruptura de cable” (diario Público del 7 de septiembre)
Sabemos que 5 segundos después del inicio del fatídico descenso, el guardafrenos accionó el freno automático y el freno manual. El relato dice que los frenos de emergencia “no tenían capacidad bastante para inmovilizar las cabinas en movimiento… (que ya no estaban) mutuamente equilibradas a través del cable de enlace·”… O sea, que los frenos de emergencia “no constituían un sistema potente a falta de esa ligazón” (por la ruptura del cable de enlace).
El diario añadía: “El mantenimiento que Carris exigía a la empresa MAIN (de mantenimiento) no contemplaba una inspección diaria de la pieza que dio lugar al accidente”. El mismo GPIAAF, en su relación señala que “la zona en la que el cable se separó no puede observarse sin desmontarlo”.
Decapitación de los servicios públicos y consecuencias de su privatización
La privatización de los servicios de mantenimiento se tradujo en un degüelle del conocimiento. Cesó toda transmisión de conocimiento entre unos y otros. Acabó la convivencia, mano a mano, entre los trabajadores de mantenimiento y los de operación. Forzados a salir, los trabajadores más experimentados –que poseen un saber más cualificado– fueron sustituidos por trabajadores más jóvenes, con menos experiencia, con vínculos precarios y salarios más bajos.
Hasta el año 2007, el mantenimiento de esos funiculares de Lisboa (Glòria, Lavra, Bica y Santa Justa) la garantizaba Carris, con un equipo de 24 trabajadores, con turnos de ocho horas diarias para garantizar el trabajo 24 horas diarias. A partir de la privatización de esos servicios, el número de trabajadores se redujo a dos, y la permanencia se redujo a exámenes diarios que, el día del accidente, duró 33 minutos. Un tiempo en el que es imposible efectuar una inspección capaz de garantizar la seguridad del equipamiento, como explicó Carlos Neves (ingeniero del Colegio de Mecánica de la Orden de Ingenieros).
¡La privatización mata!
La principal preocupación del servicio de mantenimiento de Carris era la seguridad de los pasajeros y de los medios de transporte llevados por los conductores, sus compañeros de trabajo. La lógica de las empresas privadas es minimizar los gastos, “hacer el servicio más barato posible, para lograr el máximo lucro.” “El precio más bajo” era el único criterio de administración de Carris para adjudicar los servicios de mantenimiento a las empresas que compiten. Una política de “contención de gastos” en el mantenimiento transfiriendo gastos vitales, de mantenimiento y reparación, a empresas externas privadas, que potenció los riesgos, desastres, tragedias como la del pasado miércoles. La privatización mata.
¿Podría haberse evitado la tragedia? No faltaron los avisos y alertas
Los trabajadores de Carris habían informado, por escrito, a la administración de la empresa, de anomalías que “indicaban problemas de sobrecarga”. Los guardafrenos se quejaban de “holguras en
el cable, habiéndose producido un incidente, hace algunos meses, en que la cabina que llegaba a lo alto siguió unos escalones de acceso a la calle de la Misericordia”. Los avisos y alertas fueron ignorados, el mantenimiento era deficiente e inadecuado para una situación de utilización intensa del servicio (más de tres millones de pasajeros). La lógica del beneficio, motor del sistema capitalista, determina el comportamiento y las decisiones de las empresas privadas.
Se sacrificó la seguridad, se desmanteló el mantenimiento. Fue una decisión política
La ETF (Federación de Trabajadores del Transporte Europeo), en un comunicado del 4 de septiembre decía¨: “Esta tragedia nos recuerda, de la manera más dolorosa, que nunca se debe negligir la seguridad en el transporte público. […] La decisión de externalizar (privatizar) el mantenimiento, a pesar de las repetidas advertencias de los trabajadores, manifiesta una tendencia a la cual la ETF se opone desde hace mucho tiempo. Perjudica la capacidad del transporte público y muchas veces perjudica la seguridad… y los derechos de los trabajadores. Como afirmó con razón el sindicato local, Carris siempre tuvo medios para garantizar un mantenimiento seguro y fiable. Esa capacidad fue desmantelada debido a opciones políticas deliberadas.”
Son responsables el Gobierno y la Cámara Municipal de Lisboa
Los equipamientos públicos solo han de ser puestos a disposición de los ciudadanos con una garantía absoluta de seguridad. No sucedió así en el funicular de la Gloria. Dieciséis personas murieron por negligencia del Estado, del Gobierno, de la Cámara de Lisboa. Una decisión gubernamental desmanteló el mantenimiento de Carris. Otra decisión gubernamental entregó esa actividad a una empresa privada. La Cámara Municipal de Lisboa es accionista de Carris. Carlos Moedas, presidente de la CML, aceptó firmar un contrato que, para contener los costes, sacrificó la seguridad y llevó a perder 16 vidas.
Esta tragedia tiene una carga social explosiva
El primer ministro, Montenegro, y el presidente de la CML, Carlos Moedas, buscan, a toda costa, eludir sus responsabilidades. El Presidente de la República, Marcelo, que exigió por mucho menos dimisiones de ministros del gobierno de António Costa, propugna ahora no la dimisión de Moedas sino el “pudrimiento” de las responsabilidades, remitiendo a las próximas elecciones municipales del 12 de octubre, el veredicto político del pueblo de Lisboa.
Conscientes de la carga social explosiva que representa esta tragedia, los partidos que buscan la defensa del sistema, ninguno de ellos exige la dimisión de Moedas. Pedro Nuno Santos, exsecretario general del PS, es la voz disonante, escribió en un breve antes incluso del primer comunicado del GPIAAF: “Sobre la responsabilidad política, para saber quién la tiene en este caso (del funicular de la Gloria), no hay que aguardar a ninguna investigación.” Posición que tiene el apoyo de muchos militantes socialistas, que no se identifican con el liderazgo actual de José Luis Carneiro, que corteja a Montenegro.
Esta tragedia hace estremecer al Gobierno. Es evidente el desconcierto que cundió en sus filas. En esta situación de vulnerabilidad política, el Gobierno se propone destruir los derechos y conquistas que aún quedan del Código del Trabajo, vaciar el derecho de huelga, desmantelar la negociación colectiva, lanzar una verdadera guerra a los trabajadores.
Decenas de dirigentes, exdirigentes sindicales, militantes de diversas corrientes de opinión, han lanzado un llamamiento público a las direcciones de las dos centrales sindicales (CGTP y UGT), para que se unan y movilicen a los trabajadores en iniciativas conjuntas, considerando que solo así será posible bloquear esa ofensiva del gobierno PSD_CDS.
En este combate, por la movilización unida de los trabajadores, contra este gobierno de guerra social, los militantes, simpatizantes, lectores de “Militante Socialista” procuran agruparse, insertándose, en articulación con la resistencia de los pueblos europeos, de los Estados Unidos de América, de Israel, en la lucha de los trabajadores contra sus propios gobiernos.
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