Todas las instituciones son responsables de la catástrofe, incluida la Monarquía

Publicado el por Redacción de Información Obrera

Categoría: Editorial

El domingo 3 de noviembre, el rey, flanqueado por Carlos Mazón y Pedro Sánchez, rodeado por un considerable dispositivo de Guardia Civil y Policía Nacional, pretendía entrar en Paiporta, la ciudad con más muertos, la más devastada por la incompetencia y la desidia de las autoridades. La Monarquía impuso que fueran los tres juntos a hacerse una foto para escenificar la unidad de las instituciones del Estado, fingir que le importaba la situación de los afectados y pronunciar uno de sus discursos llenos de lugares comunes y vacíos de contenido. Fueron recibidos por la gente del pueblo al grito de «¡asesinos, asesinos!», y tuvieron que marcharse sin poder entrar en la localidad a los gritos de «¡fuera, fuera!».

Era la respuesta de todo un pueblo abandonado a su suerte por los gobiernos, el autonómico en primer lugar -un abandono criminal, por cierto-, también por el central, todo un pueblo que se rebelaba contra todas las instituciones, incluida la Monarquía, de un régimen podrido al que no le importa la suerte de los ciudadanos y ciudadanas. «¡Queremos limpiar, marchaos ya!, «¡si quieren venir, que cojan una pala, pero que no molesten!», decían.

Las autoridades no esperaban que la indignación por la destrucción del pueblo y de sus medios de vida se volviese así contra ellos, con tal virulencia, esperaban poder aplacar la rabia y la indignación con su presencia, con buenas palabras de consuelo y algunas promesas. Pero el pueblo quiere que los responsables del desastre paguen por su tragedia.

Caos y reconstrucción

Quien encrespó los ánimos fue la Casa del Rey (y detrás y con ella, los gobiernos que se le subordinan y no hacen nada para paliar la catástrofe, todos son responsables). Cinco días sin presencia de ninguna autoridad, de ninguna brigada de limpieza enviada por ninguna institución, solo el pueblo y los miles de voluntarios limpiaban y se organizaban como podían. Y esa mañana, unas horas antes de que llegase la comitiva real, aparece en el pueblo el ejército, como si se tratara de una unidad militar de ocupación, limpia las calles por la que estaba previsto que se paseara el rey y, acto seguido, se marchan, cortan la carretera e impiden que entre la ayuda, los voluntarios, los tractores. Es el parasitismo extremo. Se entiende la respuesta de los vecinos de Paiporta y de los voluntarios. La comitiva de Felipe VI, Mazón y Sánchez no se merecía otra cosa, la provocación tuvo su justa respuesta. Nadie dice que no pudiera haber algunos fascistas. Pero los únicos fascistas identificados claramente por el momento son los jóvenes que atravesaron el cordón policial impolutos para hablar con el rey, y que este pudiera dar una imagen dialogante. Imagen reproducida en todos los medios de comunicación.

Tuvieron que huir y refugiarse en el Centro de Emergencias de La Eliana. Allí se reunió el Centro de Coordinación Operativa Integrada (Cecopi) de la Generalitat Valenciana bajo la presidencia del rey. Unas horas después compareció Pedro Sánchez para declarar que el Gobierno «no se va a desviar de sus objetivos de salvar vidas y recuperar los cadáveres», sin dar una cifra aproximada de cuántos fallecidos se espera. Acusó a «pequeños grupos marginales» de la agresión y afirmó que «no habrá límites para la reconstrucción». El rey volvió a llamar a la unidad y a la intervención de «todo el Estado» para paliar la catástrofe.

Hoy todos evitan enfrentarse a los damnificados, dicen «comprender su indignación». Los medios magnifican la figura del rey. El miedo a una explosión social los sacude.

La Cecopi

Ante la marea ciudadana que acudía a las zonas devastadas a prestar su ayuda frente a la pasividad de las instituciones, el día 1 (3 días después de la catástrofe), se reúne la Cecopi, con la participación del ministro del Interior y bajo la presidencia de Mazón. Al término de la reunión, el presidente de la Generalitat se dirige a la población para pedir a los voluntarios que se quedaran en casa y actuaran bajo las órdenes de los organismos oficiales, que él preside. Todos, Gobierno central y autonómico, estuvieron de acuerdo en «la necesidad de frenar el movimiento de voluntarios». Por último, Mazón solicitó al Gobierno que enviara más policías y más unidades del Ejército. Es evidente que la visita real estuvo en el orden del día de la sesión. Uno puede preguntarse cuál fue el objetivo de la reunión, ¿organizar la ayuda? O más bien tratar de desmovilizar a la masa de jóvenes y trabajadores que iban cargados de agua y alimentos, pozal y pala en ristre, a limpiar y ayudar a los vecinos de la Torre, de Paiporta y de otros municipios devastados, por miedo a la respuesta ciudadana. Al mismo tiempo, Mazón rechazaba los bomberos y las unidades de emergencias que le enviaban desde Cataluña y Navarra, desde el País Vasco y Andalucía. Las docenas de atrapados en los coches amontonados por las corrientes de agua desbordada, los enfermos crónicos que no podían recibir el tratamiento urgente que necesitaban podían esperar. Las vidas no les importaban.

¿Cómo se puede decir de este Estado, encarnado en ese momento en la Cecopi, que tenga algo que ver con la democracia? Se trata de la Monarquía, su gobierno y sus autonomías, un Estado parasitario y corrupto. El ABC del 4 de noviembre habla de «una señal de fatiga de Estado, incapaz de cumplir con su misión»; nosotros decimos que se trata de la bancarrota del régimen monárquico surgido de los pactos de la transición. La quiebra del régimen es real, todavía puede aguantar un tiempo, más o menos largo, en función del apoyo que las direcciones de los partidos que se llaman, obreros, socialistas o comunistas, sean capaces de darle. Pero los trabajadores y el pueblo de Paiporta han expresado el sentir general: ¡Fuera todos!

El pueblo busca expresarse

Este sábado 9 de noviembre decenas de organizaciones ciudadanas convocan una manifestación por la dimisión de Mazón, para exigir responsabilidades por la catástrofe. Información Obrera y el Comité por la Alianza de Trabajadores y Pueblos (CATP) han comprometido todas sus fuerzas para apoyarla. Esta manifestación es la primera ocasión que tienen la juventud, la clase obrera y el pueblo valenciano para expresar su indignación, para unirse masivamente en torno a una consigna de ruptura con los llamamientos a la unidad que solo pretenden defender a las instituciones. El pueblo sabe bien quiénes son los responsables y quiere que paguen por los muertos y las vidas cuyo futuro han segado miserable e irresponsablemente.

Los estudiantes obligaron a cerrar las aulas el lunes 4 para acudir a ayudar a los damnificados.
Pero es imprescindible que el movimiento obrero alce su voz, ¿a qué esperan los sindicatos para movilizarse con todos sus medios, a ocupar la calle y acudir masivamente en ayuda a los vecinos de los pueblos devastados?

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