El desastre puede repetirse

Ahora vuelve a llover de manera torrencial en Valencia, Cataluña y Baleares, y la población teme la repetición de la tragedia, mientras los Gobiernos no hacen nada y se enzarzan en acusaciones mutuas.
«Ha pasado casi un año de la mayor tragedia que vivió Valencia en toda su historia. Los barrancos siguen igual. No se ha proyectado ninguna obra hidráulica. Un año perdido», escribía Patricio Simo en el diario Levante del 30 /09/25.
Los testimonios de los vecinos de la zona de la Dana se multiplican, dando información de todas la promesas incumplidas, de los ascensores que siguen sin funcionar, las alcantarillas obturadas, las ayudas llegadas a cuentagotas, el miedo de nuevo que renace entre decenas de miles de valencianos, y los responsables directos de esta tragedia siguen en su mayoría en sus puestos.
Ahora vuelve a llover de manera torrencial en Valencia, Cataluña y Baleares, y la población teme la repetición de la tragedia, mientras los Gobiernos no hacen nada y se enzarzan en acusaciones mutuas. Y si por casualidad faltaba algo, el general retirado Gan Pampols, que fue nombrado vicepresidente de la Generalitat «para la Recuperación Económica y Social», y que acaba de cesar a los 11 meses -llevándose un millón de euros en los bolsillos por figurar y no hacer nada- declaraba que las víctimas mortales fueron imprudentes, que no se autoprotegieron.
Nadie puede dudar de las responsabilidades directas del señor Mazón y su corte, pero tampoco se puede olvidar que, ante la dejación del Consell, el Gobierno central, las instituciones del Estado, también han mostrado su falencia. Y, por otro lado, el pueblo valenciano, con la solidaridad de ciudadanos, jóvenes y trabajadores de todo el Estado, no ha dejado de movilizarse, incluso de constituir Comités de Reconstrucción (los CLER), para exigir al Estado que actúe, que ponga los medios al servicio del pueblo.
Pero, claro está, esto es contradictorio con un presupuesto -aún sin actualizar -que pone en primer plano el pago de los intereses de la deuda y doblar los gastos militares, como está ocurriendo estos años. Y esto en nombre de la «seguridad». Pero es lícito preguntarse ¿cuál es la seguridad de las poblaciones? ¿Dotar al país de las infraestructuras posibles y necesarias (el costo del encauzamiento del barranco del Poyo estaba cifrado en 250 millones) o prevenir los incendios, limpiando los bosques y dotando a los pueblos de un cuerpo de bomberos bien formado y pagado? El coste total estimado de los daños materiales de la Dana –sin contar los 225 muertos- se eleva a 4.800 millones de euros, según el Consorcio de Compensación de Seguros. El desastre no se ha repetido hoy porque todo el mundo estaba alerta y, en particular, los cargos públicos se sentían vigilado
No es por casualidad que otro periodista, Daniel Beunza, catedrático en la Universidad de la Ciudad de Londres, pregunte en la misma edición del Levante: «¿Qué instituciones darán respuesta ante la próxima Dana?».
En efecto, hay quien se escuda en el cambio climático, que existe, pero las soluciones para prevenir inundaciones e incendios existen también, a condición de acabar con el parasitismo de la Monarquía de las autonomías y los Gobiernos que se someten. No es suficiente tener bonitas palabras sobre Palestina o incluso tomar algunas medidas, un Gobierno se define por la respuesta a las exigencias de trabajo, salarios y pensiones dignas, de inversiones en infraestructuras y, claro está, una política independiente del imperialismo mundial, de su política de guerra.
Las formidables movilizaciones por Palestina demuestran que los trabajadores, los pueblos están dispuestos. Negarse a actuar en función de sus necesidades y expectativas es abrir el camino a la derecha y a la ultraderecha.
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