¿Es aún posible vivir con esta gente?
Reproducimos el artículo publicado en Informations ouvrieres: Awad Abdelfattah, publicó este artículo en la web arab48.com el 7 de febrero (traducción del árabe)
Todos compartimos este enorme dolor, este sentimiento de incertidumbre en cuanto a las repercusiones que podrían resultar de esta matanza masiva, que desgraciadamente se está perpetrando con complicidad tanto abierta como encubierta, y de la legendaria tenacidad del pueblo de la Franja de Gaza.
Mientras tiene lugar esta masacre sionista, un intelectual palestino me preguntó «¿Aún cree que es posible vivir o coexistir con esta gente en un Estado democrático?». Se refería a la inmensa mayoría de la sociedad israelí, en la que el espíritu de venganza salvaje ha sido alimentado por una herencia bíblica, interpretada de tal manera que legitime el exterminio del pueblo de Palestina. Una herencia que ha resultado ser más aterradora y estar más arraigada en esta sociedad de lo que muchos habían imaginado, y no sólo en sus márgenes. La pregunta está motivada por la conmoción de verse expuesto a una sociedad no sólo imbuida de racismo, odio y superioridad, lo que es bien sabido, sino también de una sed de exterminio de la población autóctona del país, con la sensación de que el más mínimo compromiso es casi imposible con ella.
Por supuesto, los que están siendo exterminados a todas horas, los que buscan los restos de su hija o de su hijo bajo los escombros, los que se mueren de hambre, los que huyen de un lugar a otro para sobrevivir, o incluso los que luchan bajo tierra y en la superficie, no pueden preocuparse por la cuestión política ni por la solución política, porque eso les parece un puro lujo frente a la masacre. No hay ninguna duda de que la prioridad es detener el genocidio y proporcionar medios de supervivencia y de resistencia.
No se trata de una cuestión individual, sino de un sentimiento general del pueblo palestino que se ha acentuado desde que comenzó la guerra genocida. Es la expresión de una conmoción que se deriva del hecho de que los dirigentes, intelectuales y círculos populares palestinos habían recorrido un largo camino para aceptar y coexistir con la presencia judío-israelí, ya fuera en el contexto de una solución de dos Estados o de un Estado. Para ellos, estas dos soluciones equivalían a una concesión por parte de la población autóctona, no a una justicia absoluta. Para los palestinos, la evolución de la extrema derecha en el seno de la sociedad israelí y la creciente hostilidad de gran parte de esta hacia ellos y contra su derecho a la autodeterminación no son un misterio. Esta deriva se ha manifestado con la liquidación de la solución de los dos Estados mediante la creación de un Estado para los colonos en Cisjordania y Jerusalén Este, desatando su brutalidad contra los palestinos en Cisjordania, aumentando el asedio de la Franja de Gaza y transformándola en un campo de concentración, que la periodista judía estadounidense Masha Gessen, galardonada con el premio Hannah-Arendt, comparó, en un artículo publicado por la revista estadounidense The New Yorker en diciembre pasado, con los campos nazis que Alemania creó para los judíos durante la guerra mundial. Esto se traduce en una creciente hostilidad no sólo hacia las posiciones políticas de los palestinos del interior, sino también hacia su existencia física y material.
Todo esto sume al mundo en un estado de incertidumbre sin precedentes ante un futuro desconocido, que se perfila aún más aterrador y miserable. Muchos intelectuales, militantes y creadores de opinión no esconden su confusión en cuanto a la dirección a tomar o la ideas políticas a preconizar. Para los observadores, el escenario que se nos ofrece es una vuelta a la casilla de salida del conflicto colonial en Palestina.
Todos compartimos este enorme dolor, este sentimiento de incertidumbre en cuanto a las repercusiones próximas y lejanas que podrían resultar de esta matanza masiva, que desgraciadamente se está perpetrando con complicidad tanto abierta como encubierta de los regímenes árabes que han degenerado hasta el envilecimiento, y de la legendaria tenacidad del pueblo de la Franja de Gaza.
Pero éste no es el único aspecto de la actual atmósfera general. Existe también otra forma de pensar, radical en su orientación, muy extendida entre el pueblo palestino. Los defensores de este punto de vista pueden ver la catástrofe humanitaria y sus repercusiones en la vida de las personas en los próximos años, pero también ven el impacto estratégico de este ciclo, sin precedentes por su intensidad y audacia, y su capacidad para volver a situar la causa palestina en el orden del día mundial, para revitalizar la opción de la liberación nacional y situar a la entidad sionista en la categoría de los regímenes genocidas. Este razonamiento se basa en el argumento de que, por primera vez, después de todos sus avances en el mundo árabe y el progreso tecnológico, Israel está expuesto a la posibilidad de ser derrotado, no por un gran ejército árabe, sino por un movimiento palestino armado y asediado en una pequeña franja de tierra.
Esta reflexión genera tres tendencias, una de las cuales es la idea de una solución de dos Estados, que es el camino en el que se basaron los desastrosos acuerdos de Oslo. Esta solución, muerta y plagada de muertos, volvió después de 7 de octubre a circular, no entre el pueblo palestino, sino en la llamada comunidad internacional, en particular Estados Unidos y Europa, como una maniobra de distracción o como un punto de entrada para reorganizar la región. Desde el punto de vista estadounidense, es para que Israel siga con su rescate, el eje de su política, en particular en el marco de la campaña electoral de Joe Biden.
En cuanto a los otros dos enfoques de la solución: el primero es un programa de liberación global y no propone soluciones antes de alcanzar este objetivo, es decir, la derrota del sistema colonial del apartheid.
Para alcanzar este objetivo, se presenta como esencial un frente nacional amplio y global. La segunda es la solución de un Estado único democrático en la Palestina histórica, que sus partidarios y quienes participan en ella no ven como una contradicción con la primera, sino más bien como un complemento de la misma. Se trata, en la práctica, de un programa de liberación global -liberar a los palestinos del proyecto colonial y demoler el sistema de apartheid- que conduce automáticamente a la liberación de los judíos de la ideología de dominación y control racial, permitiendo así la coexistencia.
Estamos ante una nueva realidad que se está configurando, con enormes contradicciones, complejidades y un intenso dolor que durará muchos años, pero también con nuevas oportunidades para el proceso de la liberación palestina que ahora más que nunca está vinculada a la cuestión de la justicia universal.
Abordar las implicaciones políticas de este ciclo de conflictos no es un lujo, sino una necesidad existencial y una tarea que deben asumir los responsables oficiales y populares, o quienes influyen en la opinión pública.
Al fin y al cabo, nuestro pueblo quiere libertad, quiere vida. Sus luchas legendarias, su tenacidad y sus sacrificios no están motivados por la venganza ni por mitos sangrientos de la historia antigua, sino por un valor humano existencial que es su libertad de vivir sin el riesgo de ser asesinados en cualquier momento, y de construir una patria libre y próspera, un objetivo irrenunciable.
Para ello, nuestro pueblo, su vanguardia y sus élites deben centrarse de nuevo en la tarea de la unidad nacional, la unidad de visión política y la unidad de estrategia. La solución política debe encarnar el objetivo de la liberación y la libertad, un proceso compartido por los pueblos libres del mundo y los judíos libres. Ha llegado el momento.
Leído en Informations ouvrières n.º 795
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Comentarios
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Aquí hay algo que no cuadra. ¿Emprender la demolición del Estado colonial no provocaría una guerra abierta entre ambas comunidades? Lo de que los palestinos –al demoler proyecto colonial y el sistema de apartheid- conducirán «automáticamente» a los judíos «a la liberación de la [su] ideología de dominación y control racial», no deja de ser un brindis al sol ¿Desde cuándo es tarea de los pueblos que se liberan a sí mismos «liberar» también a los opresores de los que se liberan de su ideología de opresión? ¿O sería una carambola? Eso sólo podría ser si la opresión es completamente aplastada y a los opresores no les quedara otra que adaptarse a la nueva situación. ¿Se dejarán los sionistas –gente violenta donde la haya– «liberar» mansamente? La descomposición extrema de capitalismo en su fase imperialista amenaza a pueblos enteros con el genocidio.Y el pueblo palestino es, hoy, el mas amenazado.
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