Elecciones y lucha de clases
A pocos días de las elecciones generales, queremos insistir en nuestra actitud militante. No somos neutrales, y huimos de eslóganes en apariencia “radicales”: “todos son lo mismo”. Sin embargo, nuestro punto de vista y nuestra acción solo están determinados por lo que consideramos más favorable para el combate por los derechos y reivindicaciones de la mayoría de trabajadores, jóvenes, pensionistas, de todos los pueblos del Estado, que constituyen la mayoría social y comparten un objetivo común, al margen –a veces- de la conciencia de ello, y al margen de la conciencia de que el enemigo común son las instituciones del régimen monárquico, heredadas del franquismo, moldeadas por la OTAN y la UE y, como tales, fieles defensoras del gran capital (y, por tanto, siempre que pueden, cómplices y favorecedoras de sus directos representantes políticos: PP y Vox).
También compartimos con buena parte de la mayoría social el desencanto y desengaño que se produce por tantas promesas incumplidas, desde la derogación de las reformas laborales antisindicales y la Ley Mordaza, sin las que no hubiera sido posible el bajón de salarios y empeoramiento de condiciones laborales impuestos en los últimos años. Y el desapego de millones que ven cómo sus necesidades más elementales no encuentran quien las defienda, que no llegan a fin de mes, que se ven sometidos a abusos laborales sin que intervenga inspección alguna, que sufren cortes de luz porque al negocio de las eléctricas no le interesa invertir en infraestructuras en las barrios pobres, que se ven sometidos al abuso de los bancos y sus subidas continuas de las hipotecas, que son “la generación más preparada”, que no encuentran empleo en su profesión tras acabar los estudios o que se ven sometidos a múltiples abusos laborales. O a los millones que ven que no se ofrece una verdadera solución democrática que contemple el derecho de los pueblos.
La propaganda de los logros del gobierno progresista choca con la realidad
Y ésta, más allá de medidas puntuales como las subidas del SMI o el 8,5% de aumento de las pensiones (ganado, además, por los pensionistas en su movilización), es dura. Las cifras “macroeconómicas” de lo bien que está la economía chocan con la dura realidad que viven millones, que se ven hundidos en la pobreza y no encuentran cómo llegar a fin de mes, y pagar el alquiler o hipoteca ante aumentos de los precios en tres años del 20 %, no compensados por el alza de salarios.
El “progresismo” choca con el aumento de la represión, con la implacable Ley Mordaza, con las cargas policiales, en plena campaña electoral, contra los pacíficos huelguistas del metal de Vigo, como en su día con la tanqueta enviada contra los huelguistas de Cádiz. Y choca con el monstruoso aumento del gasto militar implicando al Estado español en una guerra contra los pueblos, contra el pueblo ruso, ucraniano y todos los pueblos de Europa.
Y lo que es sin duda más grave, buena parte de estas cuestiones se han excluido del “debate” electoral, debate concentrado en quién va a pactar con quién y en cómo utilizar a Vox como el diablo para movilizar a los votantes desencantados (a falta de ilusionarlos con medidas concretas que mejoren su vida cotidiana)… para poder decir que si la derecha gana es por culpa de la gente.
Los portavoces del gran capital, como el especulador Luis de Guindos, tan ligado al PP, vicepresidente del Banco Central Europeo, tienen un punto de vista más lúcido. Explican a quién quiere oírles que España necesita nuevas “reformas estructurales”, una nueva reforma del mercado laboral -en particular, para aumentar la productividad, o sea, la explotación-, una reforma fiscal que incremente el IVA, impuesto sobre el consumo que afecta a la mayoría, y acabar con la supuesta insostenibilidad de la sanidad, la educación y la Seguridad Social. Es decir, nuevos recortes. Y esto, multiplicando a la vez los gastos militares. Ahí está el ejemplo de Alemania, donde el Gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales prepara un presupuesto con un recorte del 30 % en sanidad y un aumento desmesurado del gasto militar (y luego, se quejarán de que aumenta el voto a la ultraderecha).
Llevar a cabo estas medidas -que al parecer ya están escritas en cualquier despacho de Bruselas y sin duda en los ministerios de aquí- necesita un “gobierno fuerte”. Luis de Guindos no duda en afirmar que hace falta un pacto de Estado PP/PSOE, o, como dijo Felipe González, retomar el método de los pactos de la Moncloa (que respetaron y preservaron –recordemos- la herencia franquista con el Borbón ladrón a la cabeza).
Por ello, hacemos nuestra la Carta Abierta que está difundiendo el Comité por la Alianza de los Trabajadores y los Pueblos, que parte de la necesidad de difundir, defender y asociar a un “programa” que recoja las reivindicaciones y aspiraciones más elementales de la población trabajadora. Porque sólo la movilización y organización en torno a ellas, puede ser el único dique que contendrá a las derechas (y a las políticas de derecha).
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