Sri Lanka: “Esto es una revolución”

Sri Lanka
«Esto es una revolución»: miles de manifestantes irrumpen en la residencia del presidente el 9 de julio (The Straits Times, 10 de julio de 2022)
Dharesh Hake
«Es una situación revolucionaria»; «Revolución en marcha en Sri Lanka»; «Levantamiento masivo». Estas son las palabras utilizadas por la prensa internacional para describir los recientes acontecimientos en la capital, Colombo.
Reuniéndose desde hace meses en la plaza de Galle Face, los trabajadores, especialmente los urbanos, los militantes sindicales y de partidos contribuyen a mantener vivo este movimiento que reclama:
– la salida inmediata de los corruptos, incluido el presidente Gotabaya Rajapaksa, y el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, que había organizado la masacre de los tamiles;
– la puesta en marcha de un sistema de distribución de alimentos y productos de primera necesidad, la congelación de los precios, la suspensión del pago de la deuda externa;
– la puesta en marcha de investigaciones contra la corrupción y la fuga de capitales y bienes pertenecientes al país y, por tanto, al pueblo.
El 9 de julio, cuando el régimen de Rajapaksa sólo se mantenía gracias a la represión policial, cientos de miles de trabajadores rompieron el último dique que los separaba del poder. Entraron en el recinto de la secretaría presidencial en Colombo. Unos minutos antes, el presidente huía del palacio presidencial, anunciando después al presidente del Parlamento que dimitiría el 13 de julio. Tanto si la información se verifica como si no, multiplica la ira de los manifestantes.
Si las escenas de alegría han recorrido las redes sociales: manifestantes tumbados en la cama de Gotabaya, otros nadando en su piscina o utilizando su lujoso gimnasio o sus jardines, es sin duda el vídeo con estos manifestantes en el palacio presidencial, alrededor de una mesa de reuniones, simulando las discusiones entre el presidente y el Fondo Monetario Internacional, lo que quizás haya sido más impactante. Al final, el representante del FMI dice «adoro este país», y el presidente le entrega las llaves del país. Eso lo dice todo.
El pueblo de Sri Lanka lo ha vivido durante años. Todavía el 7 de julio, el gobernador del Banco Central de Sri Lanka, Nandalal Weerasinghe, elevó los tipos de interés en un intento de contener los precios récord que han alimentado la inflación más rápida de Asia. Mientras tanto, el primer ministro, Ranil Wickremesinghe, dice que las conversaciones con el FMI son complicadas porque el país está en bancarrota. La población lleva meses sufriendo y ese poder corrupto se mantiene, vendiendo el país, la tierra y las infraestructuras a potencias extranjeras.
Desde el 9 de julio, Sri Lanka está sacudiendo el orden mundial impuesto por los imperialistas. En la capital, Colombo, al igual que en otras ciudades del país, como Jaffna, «muchos políticos ven que el suelo se desmorona bajo sus pies». Calibrando el seísmo, el Departamento de Estado de EE.UU. «hace un llamamiento al Parlamento de Sri Lanka para que aborde la situación con un firme compromiso para mejorar el país». Efectivamente, el Parlamento sigue siendo el último dique que protege los intereses imperialistas. Comprendiendo que la fecha del 13 de julio queda demasiado lejos, «el presidente del Parlamento, Mahinda Yapa Abeywardana, informó a Rajapaksa de las decisiones adoptadas en una reunión de emergencia de los líderes de partidos celebrada el sábado, que fue convocada en respuesta a las protestas masivas en Colombo. La carta pedía la dimisión inmediata de Rajapaksa y Wickremesinghe y preveía la convocatoria del Parlamento en un plazo de siete días para nombrar un presidente interino».
La determinación del pueblo de Sri Lanka sigue siendo inquebrantable, y el deseo de las castas dirigentes de aliviar la presión, así como desalojar a los cientos de manifestantes que ocupan el palacio presidencial, parece no tener asidero. Tanto más cuanto que el presidente prófugo nunca ha confirmado su futura dimisión el 13 de julio. El ejército se mantiene cauto y anuncia el 10 de julio que no quiere intervenir.
Como afirma el financiero Lionel Zinsou, ex primer ministro de Benín y asesor de varios Gobiernos de países emergentes: «Lo que está ocurriendo en Sri Lanka puede repetirse. Esta revolución popular nos concierne y no debemos ser indiferentes a ella. (…) Lo que dice la crisis de Sri Lanka es que la brújula de los países emergentes ha perdido el norte. Con todos los riesgos que ello conlleva» (diario suizo).
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