EEUU: Declaraciones impactantes y primeras dificultades

Apenas elegido, incluso antes del traspaso de poder que tendrá lugar el 20 de enero, Donald Trump empieza a hacer declaraciones impactantes. Acaba de declarar, una tras otra, que para Estados Unidos «la posesión y el control de Groenlandia (eran) una necesidad absoluta», recordando su propuesta de hace cuatro años de comprar este territorio danés, y que si Panamá no bajaba las tarifas para que los barcos estadounidenses utilizaran su canal, Estados Unidos exigiría su devolución (fue excavado a principios del siglo XX por Estados Unidos, que conservó su control hasta 1999). También sugiere que Canadá debería convertirse en el 51.º estado de Estados Unidos, llamando repetidamente «gobernador» a Justin Trudeau, su primer ministro, como si fuese el responsable de un estado norteamericano.
De la doctrina Monroe a America First
Esto podría parecer una vuelta a la diplomacia estadounidense del siglo XIX, resumida por la doctrina Monroe, según la cual el continente americano, desde el Norte (incluida, geográficamente, Groenlandia) hasta el Sur, era coto privado de Estados Unidos y que, en cambio, Estados Unidos no tenía intención de inmiscuirse en los asuntos del resto del mundo.
La doctrina Monroe era la afirmación de la posición de Estados Unidos, antigua colonia británica, como un imperialismo a escala mundial al mismo nivel que los imperialismos europeos: británico, francés, alemán, etc. Pero desde entonces, dos guerras mundiales y los 80 años de existencia de la Unión Soviética modificaron completamente la situación. La Primera Guerra Mundial llevó a Estados Unidos a intervenir en Europa, la Segunda lo situó finalmente como primer imperialismo frente a una Europa devastada, y luego el colapso de la URSS le dio el papel de único gendarme del mundo.
Así que las declaraciones de Trump de hoy no son un paso atrás, sino una huida hacia delante. Son la afirmación de la necesidad del imperialismo estadounidense, en su búsqueda de beneficios cada vez mayores, de delegar su papel de mantener el orden mundial (o el desorden, más bien) en potencias regionales (imperialismos europeos para Ucrania, Israel o Turquía para Oriente Medio, etc.), y, por contra, de reforzar su control sobre la economía mundial. Todas esas exigencias de Trump apuntan a un objetivo: la navegación entre los océanos Atlántico y Pacífico. El canal de Panamá es actualmente la ruta principal.
Canadá controla el paso del Noroeste, la ruta marítima entre los dos océanos a través del Océano Ártico, que se está abriendo debido a la disminución de la capa de hielo. La posesión de Groenlandia implica también el control de una parte importante del Océano Ártico. El conjunto de las zonas árticas controladas por Estados Unidos (con Alaska), Canadá y Dinamarca (a través de Groenlandia) superarían la zona controlada por Rusia.
Mientras que el Canal de Panamá es un importante objetivo económico, el paso del Noroeste solo tiene una utilidad inmediata para el tránsito de buques militares. Ahora bien, facilitar el tránsito de buques de guerra estadounidenses entre el Atlántico y el Pacífico tiene un objetivo: China y, en segundo lugar, Rusia. Estas declaraciones se producen en un momento en que Biden acaba de decidir conceder 571,3 millones de dólares en ayuda militar a Taiwán. Una semana después de esta decisión, que va en contra de todo lo que Trump lleva años proclamando, todavía no ha dicho nada sobre esta nueva ayuda… Más allá de la cuestión de la soberanía «oficial» estadounidense sobre los territorios árticos, lo que Trump está señalando es la exigencia del imperialismo estadounidense de poder establecer sus bases a lo largo y ancho del Ártico.
Estados Unidos
no es un superimperialismo
Así pues, el imperialismo norteamericano exige cada vez más a todos sus aliados, en particular de la OTAN, para consolidar su dominación. Pero no es un superimperialismo: su posición dominante a escala mundial no elimina la lucha de clases en su propio suelo. Recientemente hemos visto cómo los trabajadores del automóvil, los de Boeing y los estibadores de la costa atlántica conseguían importantes conquistas mediante huelgas. La inflación galopante ha reducido de hecho los salarios reales de muchos estadounidenses, y estos trabajadores han conseguido compensaciones por la inflación galopante de los últimos años.
Esta brecha entre las pretensiones de Trump y la realidad es también un factor de la crisis política en Estados Unidos y en el extranjero.
Como el presupuesto de 2024 expira con el año, el Parlamento tuvo que aprobar una ley de emergencia para evitar el cierre de todos los servicios públicos en 2024. Los dirigentes de los partidos Republicano y Demócrata habían acordado un proyecto de presupuesto provisional, que debían votar el 18 de diciembre. En unos pocos tuits, Musk echó abajo ese proyecto, reuniendo a suficientes republicanos para condenarlo. A continuación, Trump expresó su oposición al proyecto de presupuesto, exigiendo que se eliminara cualquier techo a la deuda estadounidense.
El objetivo era hacer que el gobierno de Biden cargara con esa medida, contraria a todo lo que ha anunciado, pero que le daría vía libre para endeudarse. El 20 de enero, la Cámara de Representantes aprobó finalmente un presupuesto temporal que evitaba el cierre, pero mantenía el techo de deuda.
Poco después, el 3 de enero, a pesar del estruendoso apoyo de Trump, Mike Johnson fue reelegido a duras penas presidente de la Cámara. La mayoría republicana es estrecha (dos diputados), y Johnson, totalmente alineado con Trump, concita la hostilidad de la franja más moderada del Partido Republicano.
Tres representantes republicanos no le votaron, lo que le hizo perder la mayoría. Al final, dos de ellos cambiaron su voto en el último momento, asegurando su reelección, pero con una mayoría de un solo voto.
Puede parecer técnico, pero son elementos que indican la fragilidad de la mayoría republicana en la Cámara, la fragilidad de sus relaciones con Trump y la contradicción entre la brutalidad de las exigencias que Trump representa y el funcionamiento normal de las instituciones estadounidenses. Y todo ello entraña una crisis política que puede estallar en cualquier momento.
La crisis política también ha empezado a estallar en Canadá, con la dimisión del primer ministro, Justin Tru-deau. Esta dimisión está estrechamente vinculada a la política estadounidense. El anuncio de Trump de imponer aranceles del 25% a las importaciones canadienses supone una amenaza vital para el comercio exterior canadiense, cuyas tres cuartas partes dependen del comercio con Estados Unidos. Esto provocó la dimisión de su viceprimera ministra, que quería echar un pulso con Trump, mientras que Trudeau era partidario de un acuerdo. Este desacuerdo atraviesa al Partido Liberal, al que pertenece, privándole de toda mayoría parlamentaria: por esta constatación se ha visto obligado a dimitir.
Incluso antes de su investidura, los anuncios de Trump chocan con la realidad y son un factor de crisis en todo el continente americano.
Huelgas en Starbucks y en Amazon
Gran parte de la recuperación económica tras la crisis del Covid se basó en trabajos esporádicos como camareros, repartidores, etc. Y es significativo el movimiento que llevó a la creación de sindicatos en empresas como Starbucks o Amazon. Estos sindicatos han conseguido el reconocimiento en muchas cafeterías, en muchos almacenes, lo que requiere una votación secreta de la mayoría de los empleados (no solo de los votantes), bajo el control del patrón. Y ahora estos nuevos sindicatos organizan huelgas: en las fiestas de fin de año, los camareros de Starbucks y los repartidores de Amazon, junto con sus sindicatos, se han puesto en huelga para obtener el reconocimiento de sus sindicatos y aumentos salariales.
A la escala de estas gigantescas empresas, se trata de huelgas limitadas. Y sin embargo, en estos sectores donde tradicionalmente no existen sindicatos, estas huelgas indican una radicalización de la clase obrera y de sus componentes más precarios. Mientras Trump se prepara para su investidura con un programa de liquidación de las organizaciones sindicales, esas huelgas indican que los trabajadores estadounidenses no están dispuestos a quedarse de brazos cruzados.
Devan Sohier
Deja una respuesta