Diez años después del 15M
Se cumple el décimo aniversario del surgimiento del movimiento de los “indignados”, que englobó a una buena parte de la juventud, y que no puede considerarse un hecho aislado. Los que participaban en el 15M de 2011 se rebelaron contra las consecuencias de la crisis abierta en 2008, que fueron generales afectando directamente y cuestionando al régimen monárquico y a todos los partidos que lo sostenían.
No olvidemos que el 10 de julio del 2010 casi un millón de catalanes desfilaron en Barcelona contra la brutal sentencia del Tribunal Constitucional que recortaba seriamente el Estatuto de Autonomía votado en referéndum por el pueblo catalán y aprobado por el Congreso de los Diputados.
De 2010 a noviembre de 2012 tuvieron lugar tres grandes huelgas generales contra el plan de austeridad de Zapatero, contra los recortes y después el plan de Rajoy. Si no se realizó la confluencia entre estos movimientos, hay que atribuirlo a la negativa de las direcciones de las principales organizaciones obreras y democráticas a establecer la relación entre las reivindicaciones sociales y las democráticas, para así evitar comprometer al régimen monárquico.
Dos cuestiones fundamentales estaban planteadas al lado de la suma de reivindicaciones: “No nos representan” y “lo llaman democracia y no lo es”, cuestiones que ponían en solfa al régimen y a las fuerzas políticas que lo apoyan.
El movimiento fue encauzado, pero sus causas siguen vigentes
En efecto, la operación política que significó la constitución de Podemos, al margen de las energías que se movilizaron, fue llevar el potencial revolucionario de este movimiento a las instituciones del régimen, desde el gobierno a los municipios. La pretensión de “poner al servicio de los trabajadores y la población” estas instituciones se ha saldado con un rotundo fracaso. Y no por casualidad. Las instituciones heredadas del franquismo son irreformables, y no pueden servir a los intereses de las clases trabajadoras.
Los resultados electorales de Madrid muestran la orfandad política de los trabajadores y la mayoría social. Y, sin embargo, las causas que provocaron las inmensas movilizaciones de 2010 a 2012 siguen presentes, e incluso agravadas. La pandemia y su utilización han actuado como multiplicador de estas causas: desde el aumento de la pobreza y la precariedad a la destrucción de los servicios públicos (un solo ejemplo: faltan según los datos oficiales más de 120.000 enfermeras, más que al inicio de la pandemia). Siguen emigrando enfermeras por huir de la situación del sistema sanitario.
Hoy todos los signos anunciadores de una explosión social se acumulan. Las dispersas huelgas obreras, desde AIRBUS a TUBACEX, las movilizaciones de los trabajadores de la banca, de la sanidad, el potente movimiento de pensionistas muestran que la resistencia no es un deseo romántico. Expresan la necesidad de la mayoría de actuar para defenderse, para poder vivir con derechos y libertades.
Desde este periódico obrero obramos para ayudar a forjar la alianza de los trabajadores y los pueblos que aúne desde la respuesta a la oleada de despidos a la necesaria liquidación del régimen monárquico corrupto.
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