CONFERENCIA EUROPEA DE URGENCIA – 9 DE ABRIL DE 2022
¡Abajo la guerra!
¡Ni Rusia de Putin, ni OTAN!
¡No a la unión sagrada con los Gobiernos promotores de guerra!
La Nueva Corriente Izquierda (NAR) y el Partido Obrero Independiente (POI), llevábamos varios meses, en Francia y en Grecia, comprometidos en la batalla para establecer un vínculo entre trabajadores y militantes confrontados en toda Europa a una ofensiva sin precedentes contra todas las conquistas de la clase obrera, cuando el 24 de febrero estalló la guerra.
Nos dirigimos a todos los militantes, grupos y organizaciones u que rechazan verse arrastrados a la guerra desencadenada por Rusia, Estados Unidos y la OTAN, guerra que los pueblos no quieren; u que rechazan la unión sagrada que reclaman los Gobiernos implicados en la liquidación de todas las conquistas sociales. Desde la invasión militar en Ucrania el 24 de febrero, muchas ciudades están siendo bombardeadas por la artillería de Putin.
Más de 3 millones de ucranianos, aterrorizados por los bombardeos y los combates mortíferos, huyen por los caminos del éxodo. Por su parte, los Gobiernos comandados por la OTAN (entre ellos el griego y el francés) envían decenas de miles de soldados a las fronteras de Rusia y de Ucrania, desde los países bálticos hasta Rumanía.
Los Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN han apoyado permanentemente a la oligarquía ucraniana responsable del saqueo, de la descomposición del país, condenando al pueblo ucraniano a la pobreza, a la emigración.
Mientras Putin agitaba el nacionalismo granruso contra el pueblo ucraniano, ellos apoyaban a los Gobiernos procapitalistas de Ucrania, Gobiernos que legitimaron el periodo de la ocupación nazi. Lo que, evidentemente, no justifica en ningún caso que el Gobierno ruso esté apelando a la «desnazificación» de Ucrania, que es claramente un pretexto para satisfacer sus intereses geopolíticos y económicos.
La decisión del Gobierno EE.UU. de Biden de ordenar, el 8 de marzo, el cese de toda importación de gas y de petróleo ruso revela la causa profunda de esta bárbara escalada. Los trust y los oligarcas se enfrentan brutalmente por el reparto de un mercado mundial sobresaturado.
El Gobierno estadounidense y su brazo armado, la OTAN, uncen a su carro a todos los Gobiernos de la UE. Aun cuando los más poderosos de ellos, Alemania y Francia, tienen al mismo tiempo sus propios intereses particulares en Rusia, es «America first». Bajo esta presión, los estados mayores de los monopolios imperialistas están comprometidos en un giro, coordinado por las instituciones europeas, que amenaza con destruir el aparato productivo de los países europeos y todas las relaciones sociales basadas en el reconocimiento de las conquistas políticas y sociales de la clase obrera.
Este giro condena al paro, a la miseria y a la guerra a millones de trabajadores y a sus familias.
Se conmina a los Gobiernos a aumentar los presupuestos de armamento a un ritmo que Europa no había conocido desde la Segunda Guerra Mundial. El Gobierno Scholz ha decidido ya un aumento inédito desde 1945 del presupuesto militar alemán aumentándolo hasta los 100.000 millones de euros y el envío de armas y soldados a los países limítrofes al conflicto.
La guerra en Ucrania marca la entrada en un nuevo periodo en el que las rivalidades entre capitalistas desembocarán cada vez más en el recurso a las armas. La intensificación de esas rivalidades amenaza la supervivencia misma de la humanidad.
Los alegatos de los Estados Unidos y de los Estados miembros de la Unión Europea contra Rusia son de una hipocresía total: esas fuerzas son las que contribuyeron a la desintegración de Yugoslavia anegando en sangre los Balcanes; son las que invadieron Iraq y tantos otros países… Hoy, el aumento exponencial de los gastos militares a escala de toda la Unión Europea, bajo el control de los Estados Unidos y la OTAN, la preparación general de la guerra, son planes del imperialismo.
Esta huida hacia delante está preñada de peligros. En Grecia, por ejemplo, la transformación de Alexandroupolis en centro de la ofensiva de la OTAN hacia el norte, la explotación de la base estratégica de Suda, la cada vez más intensa implicación militar del Estado griego en toda suerte de conflictos, alimentan nuevos problemas, sin hablar de las consecuencias económicas que soporta la población.
Los pueblos no quieren la guerra. Ni el pueblo ruso, ni el pueblo ucraniano quieren la guerra.
En Rusia, pese a la represión y a las decenas de miles de arrestos, la población, los jóvenes, las madres de familia se manifiestan con un coraje increíble contra la guerra, por la vuelta a casa de los soldados.
Se han producido manifestaciones contra la guerra en Italia, en España, en Grecia, en Francia… En Alemania, manifestaciones masivas reclaman la paz mientras que el Gobierno Scholz rearma el país. En numerosos países (España y Grecia sobre todo), han tenido lugar manifestaciones contra las bases de la OTAN en Europa.
Los Gobiernos al servicio del capital exigen la unión sagrada en nombre de la guerra. La patronal española ha declarado: «La realidad es que estamos en guerra (…). Es un momento muy importante para hacer una contención salarial»; o bien la primera ministra sueca que explicaba, en la Cumbre Europea de Versalles: «Me gustaría mucho invertir el dinero de los contribuyentes en escuelas y pensiones, pero tenemos que gastarlo en defensa».
Llaman a la unión sagrada mientras que se prepara la liquidación de millones de empleos. Piden la unión sagrada mientras que la guerra y las sanciones contra Rusia traen consigo especulación y explosión del precio de las materias primas y bienes de consumo.
Llaman a la unión sagrada para intentar amordazar a los asalariados y sus organizaciones en el momento mismo en que se anuncian las medidas más brutales contra las pensiones, contra los derechos sociales, contra los servicios públicos, contra todos los acuerdos colectivos sobre el contrato laboral.
Con la unión sagrada, los Gobiernos exigen a los trabajadores que renuncien a las reivindicaciones y a las libertades. Es lo que ayer hicieron en nombre de la pandemia, utilizando una verdadera estrategia de choque, combinada con una campaña sistemática de culpabilización de la población, como punta de lanza de un ataque en regla contra todas las conquistas sociales.
Es lo que querrían hacer con la guerra en unas proporciones considerablemente más elevadas. Nosotros decimos: Esta no es nuestra guerra, se está librando por los intereses de los trust y de las multinacionales.
Los pueblos no pueden esperar nada, no pueden ganar nada con la competencia imperialista, con los Gobiernos promotores de guerra, sean donde sean.
Pese a la propaganda y a las presiones de todo tipo, combatimos frente a los Gobiernos y los capitalistas para que se imponga la independencia de nuestras organizaciones obreras y estas se nieguen a renunciar a las reivindicaciones en defensa de todas las conquistas sociales y de las libertades, luchen por un futuro mejor en otra sociedad.
Tenemos que contribuir, en cada país del viejo continente, a ayudar a los trabajadores a rechazar la unión sagrada, a reagruparse en el terreno de clase para derrotar los planes de supuesta «reorganización» de la producción y de las relaciones sociales. Ese es el único medio para detener el mecanismo de la guerra. Solo mediante la lucha constante contra «el enemigo en nuestro propio país», contra el capital y los Gobiernos a su servicio, pueden los trabajadores parar el engranaje infernal y conseguir la paz.
Cuando la guerra y sus horrores están de nuevo en el corazón de Europa, es urgente reunirse y discutir sobre combates comunes contra los Gobiernos, promotores de guerra y portadores de la destrucción social más terrible.
Por ello, llamamos a los militantes, grupos, organizaciones a una conferencia de urgencia contra la guerra.
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