¿Cañones o mantequilla?
La portada del diario El País del pasado 29 de marzo estaba encabezada por dos noticias. El titular principal, una entrevista con Donald Tusk, primer ministro de Polonia y que fue presidente del Consejo Europeo. Tusk declara que “estamos en una época de preguerra”, añade que “en mi parte de Europa la guerra ya no es una abstracción, y que nuestro deber no es discutir, sino actuar y prepararnos para defendernos”, e insiste en la necesidad de aumentar el gasto militar en toda Europa.
Junto a la entrevista con Tusk, otro titular: “Defensa ofrece Menorca como tercera base de la OTAN en España”, nos lleva a una noticia que explica que Rota, Cartagena y Mahón son ahora bases logísticas para los buques de la OTAN que operan en el Mediterráneo (y, más allá, en el mar Rojo). El Gobierno “progresista” suma estos hechos al aumento desmesurado del gasto militar, al que destina unos fondos que necesitarían desesperadamente la sanidad y el conjunto de servicios públicos.
Al otro lado de los Pirineos, el presidente Macron propone enviar tropas francesas a Ucrania, mientras el candidato del Partido Socialista a las europeas, Raphäel Glucksmann, declaraba hace poco que “Francia debería haber pasado completamente a una economía de guerra”. No le basta, al parecer, con la aprobación por parte de la Asamblea Nacional francesa, el año pasado, de un incremento del 40% en gasto militar, llegando a los 413.000 millones en los próximos siete años. En febrero, el Gobierno francés anunciaba un recorte de gasto de 10.000 millones a aplicar de inmediato, y otro recorte de 20.000 millones para 2025. Recortes que no afectarán al presupuesto militar. Alemania creó en 2022 un “”fondo especial para las Fuerzas Armadas” dotado con 100.000 millones de euros, y ha aplicado en los presupuestos de 2024 un recorte de 44.585 millones de euros, que afecta a todos los ministerios, salvo al de Defensa. En la vieja dicotomía “cañones o mantequilla”, los Gobiernos optan sin dudarlo por el gasto militar.
Los Gobiernos se preparan para la guerra, alimentan la guerra. Y ésta devora a miles de seres humanos. En los frentes de Ucrania, la guerra se ha cobrado ya las vidas de más de 500.000 jóvenes ucranianos y rusos. En Gaza, más de 32.000 palestinos muertos en los bombardeos, sin que los Gobiernos hagan nada por impedirlo (Europa sigue suministrando armas a Israel y sigue siendo el principal socio comercial de Estado sionista). Y en Madrid, cada día actúa el Consejo de Seguridad, que es la interferencia de las Fuerzas Armadas en el Gobierno, como cuando la pandemia.
La exigencia de una “política de guerra” tiene un doble objetivo: ante el peligro de una guerra, ¿cómo osar reivindicar derechos y salarios, pensiones, sanidad pública o cualquier otra necesidad? ¿Cómo exigir libertades, acabar con la ley mordaza, respetar el derecho de los pueblos, aplicar una real amnistía, si Europa está en peligro?
Los trabajadores y los pueblos tienen otros objetivos, arrancar al capital las reivindicaciones para poder vivir, acabar con la política de apoyo al genocidio en Palestina y el envío de armas a Ucrania para continuar la matanza. Por ello, más que nunca en defensa de los derechos sociales y democráticos, decimos, con todas nuestra fuerzas, ¡Alto a la guerra en Ucrania! ¡Alto al genocidio en Gaza!
Son las consignas que deberían regir a todas las organizaciones que se dicen defensoras de los trabajadores o de los derechos de los pueblos.
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Comentarios
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Efectivamente, la guerra es el gran negocio. Curiosamente no existen datos precisos de lo que contamina la vida industria armamentistica. En qué quedaron los grandes movimientos pacifistas de la década de los 60 y los 70?
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